sábado, 21 de diciembre de 2013

El hilo de este afecto ya es tan delgado.

El hilo de este afecto ya es tan delgado,
se tejen buenos deseos, algo de dolor,
pero no una vida.
Yo te veo pero estás tan lejos que no te alcanzo.
Vertiginosa, tu huida (o mi huida)
nos inpone senderos imposibles de desandar.
Cómo se cansa el cariño de atravesar zarzas
escalar cerros, cruzar mares
remontar una térmica y ganar altura
o precipaitarse en un abismo,
todo por llegar a vos,
por llegar a mí.
¿Vale la pena?
Este hilo es tan delgado
que de recogerlo todos los días puede cortarse.
¿Cómo estamos hoy tan lejos?
Es cierto, yo he cambiado.
O mejor dicho he reconocido aquello que venía ocultando.
Soy más sincera, más auténtica.
Tengo dudas sí, pero ese no es el problema.
El problema es que vos no las tengas.
Tu seguridad en ciertas verdades
me abruma.
Me pesa como un ancla,
me hunde
impide que florezca mi ánimo descubridor
que pueda poner en duda tus verdades
o las mías.
Ni aún como un juego.
Es triste.
Yo conservaré en mi mano el hilo.
Cada vez más delgado.
Tal vez deba guardarlo con los otros recuerdos.

gadsy / malva gris.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Fin de calendario.

Estos son los días de los buenos augurios.
Somos más buenos
nuestros corazones más solidarios
nos acordamos de aquellos que siempre olvidamos
nos vestimos de buenos deseos
y miramos con desaprobación
(como siempre
pero ahora más)
a los destemplados
los confrontadores
que con o sin motivo
no dan tregua a sus reclamos.

Tregua se impone.
Tregua para pedir
pues muchos otros damos.
Mansedumbre pedimos.
Mansedumbre para aceptar
lo que nuestra generosidad
(pequeña, mediana, grande)
ofrezca.

Pero nunca es desinteresado.

Por la paz social.
Por la reconciliación.
Por la seguridad de nuestros bienes
y nuestros hijos.
Por una pausa feliz
para coronar de año feliz
miles infelices.

No. Nunca es desinteresado.

Para terminar el calendario
lavando algún pecado.
Para pagar otra cuota adelantada al paraíso.
Para que todos vean qué buenos somos
aunque no siempre lo hemos sido.
Para que vean qué solidarios podemos ser
una vez al año
o dos
o tres.

Pero que se entienda que no todos somos iguales.
Nosotros no somos descerebrados,
Razonamos.
Somos juiciosos.
Mesurados.
Hablamos bien.
Tenemos buen gusto.
Y somos el último reducto de los valores perdidos.
(¿Apostados? ¿Mal vendidos?)
Aunque jamás hayan existido
o no hayan sido tan buenos.

Brindamos sí,
y expresamos nuestros buenos deseos.
Paz, prosperidad, felicidad.
Somos cálidos.
Y tan emotivos.
Algunas lágrimas ardientes de sal y tibieza
se escurren sin remedio
henchido el corazón de buenos deseos.

Aún más si nuestro regalo
merece el agradecimiento entusiasta
de algún desprotegido
manso
que mansamente acepta
la asimétrica realidad
que refuerza el dar a veces y el siempre recibir.
No. Rebeldes no.

La bendita mansedumbre.
La bendita humildad.

La bondadosa generosidad.
La siempre alegre caridad.

Total...
Pasa pronto.
Sólo hasta que termine el calendario.


gadsy/malva gris.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Si yo algún día agonizo.

Si algún día agonizo sin remedio,
déjenme ir.
No me retengan con tubos y drogas,
infúndanme valor para vencer el miedo.
No me aten con oraciones y súplicas.
Salúdenme con afecto, sin ceremonias y empujen mi barca.

gadsy / malva gris.

Si yo pudiera.

Si yo pudiera cortar la cuerda
que antes vibraba sonora
y de tan rígida ahora es una daga
haciéndote girones,
por vos,
lo haría.

Si conociera la magia
que permitiera sorber tu hálito
y enviarlo al infinito como pájaros de hielo,
yo, por tus días pasados,
lo haría.

Ahora hay muchos lazos
reteniédote al castigo inmerecido
de ser ejemplo de fragilidad y dependencia.

Salvo por el miedo a la Muerte Redentora
(presente griego, el miedo,
que propicia tantos otros males),
nadie querría vivir más de la cuenta.


gadsy/malva

Derecho a morir, derecho a vivir.

Derecho a morir, derecho a vivir.
Tal vez sean el mismo derecho.
Tal vez por eso no podemos elegir cómo vivir,
ni cómo o cuándo morir.
Si la muerte es sólo el último instante de la vida.
No más que eso.
Como el nacimiento.
Son necesarios y convenientes para la vida.
Y a veces la muerte es una caricia
un consuelo
una mirada piadosa
un alivio al dolor.
La muerte postergada no.
La vida forzada
atada a medicinas y rituales
puede convertir las horas
en una agonía indigna de los días pasados.
Una muerte tardía transforma la vida.
La hace tortura,
la hace maldición.
La muerte puntual redime.
Redime de la lástima,
y del impiadoso maltrato de la ciencia.

¿Por qué negar la muerte?
Yo no lo entendía.
Alfonsina saludó dignamente a Horacio
quien rescató su derecho a conservar su vida íntegra.
Y ella también eligió preservar la suya.

El derecho a morir
también es derecho a haber vivido
días inmortales en la memoria sin agonías.
La agonía innecesaria.
Capricho apenas de una vana esperanza.

Yo confieso que he deseado a otros la muerte.
Y mi alma no se avergüenza.
Tal vez porque la imagino como una dama gentil
con su abanico de brisas sanadoras.

Confieso, sí, que he deseado a otros la muerte.
Y mi alma no se avergüenza.
Tal vez otras vidas acaso mejoraran
al caer un símbolo perpetrador
y quedara sepulto en la Historia.

Yo confieso que he deseado a otros la muerte
al ser testigo de agonías reales o imaginadas
fagocitándoles los días felices como un cáncer.

¿Acaso renegar de la muerte
no es sobrevalorar el aliento y el latido?
La vida no es sólo eso.
La vida se compone de días
con sus horas
con sus instantes gloriosos
y sus momentos de angustia.

Si igual morimos, cada día un día
desde que nacemos.

gadsy/malva gris.



domingo, 8 de diciembre de 2013

Qué historia te habrá hecho tan bella.

(A una mujer en particular entre muchas mujeres bellas, 
de esas embellecidas por la lucha y las ideas. 
Y en ella, a todas las que se han embellecido con la vida).

Qué historia te habrá hecho tan bella.
Qué historia de todas las posibles
qué sucesión de días
cada día con sus ideas
cada día con su acción
o su renuncia,
qué años
habrán gestado esa luz en los ojos
esa sonrisa áurica
que oculta el dolor o la tristeza.
Qué te hizo tan bella.
Es como imagino la paz.
Que igual que como la paz
tal vez está contenida,
cinchada,
temerosa de hacerse violencia.
No sé,
es como un velo,
esa belleza tan honda
que nace quién sabe en qué universo
y traspasa como un flecha
el tiempo infinito
el espacio inabarcable
y me hace bajar la cabeza.

gadsy / malva gris.



sábado, 7 de diciembre de 2013

Eran tres amigas.

Eran tres amigas, casi niñas, de risas mágicas.
De nada reían.
Reían de todo.
El arco iris eran.
Y el mundo les mostraba sus misterios
y ellas pensaban que podían abarcarlos.
Tres amigas eran.
Mis ojos queman hoy
la sal será,
el sol tal vez,
las nubes.

Porque arde, quema y no veo con nitidez.

Que la vida desigual las abarcó
y ellas no pudieron
como no puede nadie ni antes ni después que ellas.

Que la muerte las fue abarcando
hasta la última en algún momento de la Historia.

En algún momento las tres se habrán ido
o ya se fueron
(tal vez yo aún estoy
o tal vez también me he ido)
sus risas cascabel
al recuerdo
al olvido.


gadsy/malva gris

martes, 19 de noviembre de 2013

Otra vez violeta el cielo.

Otra vez violeta el cielo
bordado de racimos
de nubecitas
(aquí y allá)
de amatistas.
Ay el cielo
cómo no se las lleva
y las deja caer
tan displicente.
Yo las veo y quiero saltar
y bailar entre las flores cayendo
y dejarme elevar hasta las ramas
por la brisa,
diminuta y leve
como una abeja,
y sorprenderme de golpe en sus pequeñas cuevas.
¿Cómo se verá el sol desde dentro?
¿cómo será caminar por los estambres?
¿Cómo será, trémula, desprenderse con la flor
y desmayarse
girando largamente
hasta quedar boquiabierta
sobre el piso mirando el cielo?

gadsy/malva gris.

jueves, 7 de noviembre de 2013

No quiero decir.

No quiero decir delincuente,
vago,
ignorante.
No. No quiero decirlo impensadamente.
No con un gesto agrio
surcado de arrugas
que no se explican por los años.
No.
No quiero.

En algún caso inocente tal vez
por ejemplo,
una caricia,
de negada, delincuente.

Una mirada robada
de tanto hábito delincuente.

Un recuerdo vago,
un pensamiento errante en mi historia.

Un andar taciturno en la noche,
vago en la niebla.

Un sentimiento ignorante de los límites,
yo misma tal vez,
ignorante de los hechos,
o las destrezas mínimas del oficio
o secretos de los otros.

No quiero tampoco decir patria
no quiero decir nacional
ni frontera.
No quiero tener que ver con banderas
con símbolos
de supuestos orgullos o vergüenzas.
No quiero inflamarme 
con promesas y juramentos
que me puedan poner del lado de la violencia.
imponiéndola o sufriéndola
reclamándola o justificándola.

Ya demasiada decepción me ha lastimado.
Saber de las vidas malogradas,
en los días malgastados en emociones inútiles
que se escurren en bandos,
en divisiones,
que agotan los díasy en algunos casos traen la enfermedad, el dolor y la muerte.

No quiero decir dar la vida,
ganar o morir
no quiero decir gloria
no quiero decir triunfo
no quiero decir vencedor.
No quiero escudarme
al arbitrio de unos pocos
causando dolor
por capricho
por buenas y excelentes razones.
No me interesa saber de esa excelencia.
No entiendo ese tipo de excelencia
que reduce a la categoría de número o de cosa
a personas
a animales
al agua
al alimento
al techo
al cielo
al horizonte.

No quiero decir moral
no quiero decir ley.
Si está tan claro ya
de dónde provienen.
Si ya sé para qué se hacen.
Ya he visto lo que es negociar intereses
qué satisfechos los políticos
vanagloriándose de la mitad
de lo que podrían haber logrado
sin tantas argucias.
Ya sé cómo paren leyes.
Cómo sobreactúan loables motivos
que inflaman los corazones
las nobles tradiciones
los excelsos valores
inventando el bien
el único bien
y el buen pensar.
Incuestionable, la ley,
como Dios.

No hay forma luego
de pensar de otro modo
la misma realidad que antes era diversa y generosa
se torna estéril y mezquina.

Y no quiero decir tampoco Dios.
No quiero decir Iglesia,
porque ya no creo en jerarquías
ni en verdades como fábulas.
No quiero repetir la descripción de un Dios
que justifica una versión imposible del amor caprichoso y cruel
y que no se parece a ninguna persona admirable que haya conocido.

Prefiero la misteriosa simplicidad del amanecer,
del impulso mágico dar la mano,
de la humedad untuosa de la lágrima o el beso.

No quiero decir bendición
como algo que sólo pueden dar algunos
a ciertos elegidos que se someten a la mano que bendice.
Y no quiero decir bienaventurados los pobres
los que padecen
sea hambre, sea justicia.
¿Qué bienaventuranza puede haber en el abuso?
Porque tampoco quiero decir ofrecer la otra mejilla,
no veo mérito en pedir doble castigo
cuando el primero ya era inmerecido.

Y no quiero decir merecer
no quiero decir defender o reclamar derechos.
Porque no quiero decir derechos,
como lo pedido servilmente y otorgado
negado o postergado
por la daga de las palabras
de algunos ilustrados.

No quiero decir
sin cuidado
estas cosas,
porque me lastiman.

Si alguna vez fui cómplice de estas palabras
espero no haber malherido el aire
y haber lastimado o sometido a mi necedad
a nadie.


gadsy / malva gris.


sábado, 19 de octubre de 2013

Déjenme.

Todavía no comienza el día,
sí la luz, pero no la jornada.
Y hoy, después de unas semanas exigentes,
no tengo tanto apuro.
Déjenme entonces estos minutos
disfrutar de esta soledad bullente de sonidos mínimos.
Aves lejanas.
Algunos motores diversos,
alguna mecánica, alguna electrónica
que en su molicie aguarda paciente su tarea.
Pero sin duda,
es el tic tac del reloj
siempre presente
equidistante
que me muestra cómo mis manos
van apurando la cuerda
que guía mi tránsito por el laberinto neblinoso
a algún final desconocido.
Ese reloj, que aunque yo ahora esté sentada,
me dicta los pasos que sigo dando.
Contra este otro tiqui tiqui
de las teclas transcribiendo
las sensaciones de la pausa conciente.
Es musical.
Sin duda.
El tempo del reloj
y el ritmo inesperado del teclado.
Y cuando me detengo,
las coloridas arias de una docena de pájaros.
Así, así, así de igual es todo.
Si yo dejo de teclear
escucho los pájaros, los motores, la electrónica y el reloj.
Es una fuga, un increíble contrapunto
un madrigal.
Yo escucho cómo transcurre la vida,
cuando no la tejo yo,
cuando la bordan otros y yo sólo presencio
doy fe
doy testimonio.
Déjenme así, un rato más.
Que en cualquier momento el grito de la jornada
me sacude,
me clava los hilos,
me escribe el guiñol del día
y me toca salir a escena yo a escena
grito destemplado
susurro a destiempo
muy a mi pesar.
Déjenme, déjenme un rato más aquí
en este acaso rítmico silencio...

gadsy/malva gris.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Nuestros niños.

Nuestros niños floreciendo,
sabremos cortarlos
unos así, otros más largos
y haremos un hermoso bouquet
que adorne estéticamente la mesa del festín del mundo.
No estamos invitados.
Nunca lo estamos.
Pero presurosos ofrendamos nuestras flores.
Como si eso fuera a redimirnos.
Los preparamos.
Les enseñamos torpemente a agradar
a ser aceptados
a que no desentonen
a que no irriten al mundo
tan dadivoso a veces
tan esquivo otras
tan caprichoso siempre
pensando que así será menos doloroso.
Y no lo es.
Nuestras tiernas flores.
Ni mejores ni peores.
Las que podemos ofrecer.
Sus días serán de trabajo y frustración
o de superficialidad y agasajos vacuos.
Haremos pagar a ellos el precio de vivir
que nosotros hemos aprendido a pagar puntualmente
hora a hora.
Y que no podremos evitarles.
No los dejaremos resistir
sólo diferenciarse como indiquen las modas.
Y tampoco los dejaremos morir.
Como corresponde.

gadsy / malva gris.

Cancion para los hombres tristes.


Desde la cuna adentro.
Adentro de la cuna el bebé.
Custodiando la puerta un cíclope rojo.
La madre se acerca a la cuna
y el niño adivina que es una ficción
y obedece al cíclope que sólo él ve.
Inútiles las caricias inundan su cuerpo.
Alguien controla la puerta,
y él sabe que a pesar de los senos
que llenan su boca de leche, como a otros niños
un día va a ser cíclope.
E intuye las lágrimas espesas
que caerán de su sólo ojo,
como ahora cae de su cíclope
que gime torciendo su cabeza,
porque sabe del niño y su desdicha.

Doris Noche

(una amiga de Malva Gris)

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Reincidencias.

No puedo evitar volver cada tanto
y en cualquier papel
cualquier pantalla
arrepentirme de mis huidas.
volviendo.

He engañado tantas veces a tanta gente.

Me han creído inteligente,
incapaz también,
terca y dócil, simultáneamente,
me han acusado falsamente
de mansedumbre y de rebeldía,
me han atribuito talentos que no poseo
mejores intenciones o peores
logros que no son míos
metas casuales,
errores que no he cometido,
pero la imagen de mí que veo en los demás
no es la de mi espejo.

Es, entonces, una suerte de engaño.
Y entonces debo huir.

Huir de las responsabilidades
cuando me creen responsable.
Huir de la pereza
cuando me creen perezosa.
Decir tonteras
cuando me creen inteligente.
Caer en salidas rápidas e ingeniosas
cuando me piensan tonta.
Equivocarme cuando vengo acertando,
acertar cuando acostumbro equivocarme.
Necesito huir para redimirme del engaño.
Y huyo también de las palabras
cuando las palabras se adueñan de mí
y dicen más de lo que pienso y siento,
cuando se regodean en la gula
de lo exquisito del goce del ritmo y del lenguaje
olvidándose, en cambio,
de la verdad y del mensaje.

Pero no puedo evitar volver cada tanto
e intentar vanamente ser escuchada
no por lo que siento que debo decir,
no por la verdad ni por la certeza,
no por el arte ni por la memoria,
sólo por la voz,
por dar testimonio de tener una voz,
que perdida en el viento
en el papel o las tecnologías
es como el aliento,
como el alma,
inevitable e inimputable.

gadsy / malva gris.

jueves, 8 de agosto de 2013

Ya escribí.

Ya escribí sobre estas cosas
que pueblan mi cabeza, ¡tantas veces!.
Ya escribí demasiado.
¿Qué debo hacer ahora?
Tal vez lo más acertado sea destruir lo escrito.
¿De qué puede servir esta combinatoria
una entre miles de millones
sin fin y sin cota?
Una entre tantas,
Qué saber o qué emoción podría contener
que no estén contenidos ya
en todas las otras combinaciones
que desde la Historia
o desde el anonimato
no han llenado el cerebro
de supuestas verdades y supuestos morales?
Si sólo dos o tres poemas han sido leídos y olvidados
por a lo sumo cinco personas,
¿qué podría ocurrir si las destruyo ahora
como solía hacer en mi adolescencia?
Recuerdo las incineraciones presurosas
de cientos de poemas malogrados
avergonzada de haber descubierto un día
que mis líneas eran una perturbadora criatura contrahecha.
Luego comprendí que el ser contrahecho
no quita derechos.
Y que si había salido de mí
que si había sabido ganar cierta vida
no tenía derecho a matarla.
Algo tenían de mí.
Algo contrahecho.
¿Acaso era la vergüenza de mostrar mis fealdades
las que no se ven
las que pueden ser ocultadas?
Dejé de quemarlas.
Pero hoy digo:
me dejé engañar tal vez por el amor propio.
Son simples letras
no criaturas contrahechas con vida.
¡Letras!
Un artificio de la pretensión humana,
un atributo que justifica subirse a un escalón
por encima de los otros seres vivos o inertes.
¡Letras!
No hay vida.
La vida está en el movimiento de mis dedos
en el fluir de las sinapsis de mi cerebro
en las imágenes y sonidos que crea y tergiversa mi mente.
Allí, no aquí, en una sucesión de bits intencionales,
¿Acaso eso que escribí
que salió de mi
no está aún en mi carne?
¿Acaso no desaparecerá conmigo su recuerdo?
Y tal vez hasta esté sobrevalorando la vida.
Qué es la vida sino un breve transcurso,
un instante de animación
compartida
con plantas y aves
y otras conciencias e inconciencias.
Todas fugaces.
¿Acaso no es la vida además
un mero atributo de la fugacidad?
Entonces cualquier día
podría sin culpa destruir lo escrito
volver a escribir ideas parecidas o distintas
y volver a destruirlas a mi arbitrio.

gadsy/malva gris.

martes, 6 de agosto de 2013

Tu voz.

Tu voz es más fuerte cuando calla.
Cuando no elige,
cuando niega la palabra,
el nombre.
Castiga al no dar tu preferencia.
Latiga tu silencio, potente.
Se erige como columna
como pira de mentiras
de promesas incumplidas
y falsos juramentos.
La fuerza brutal
de la potencia sin acto,
de la elección negada.
Tu palabra en cambio,
exime de cargar con lo callado.
Habilita ignorar lo no dicho.
Por eso, tu silencio vale más que tu palabra.
Más que el nombre que señala un rumbo,
más que un signo
silencio que se yergue en multitud de signos
condenatorios
punitivos.
Tu silencio es arma.
Es lanza,
facón es,
espada.
Corta el aire en mil silencios
y expresa la ausencia
la totalidad de lo que no dicen tus palabras.
Tu silencio sentencia.
Tu silencio condena.
Y yo quisiera que un día cualquiera
todos en silencio mirando un punto
en el centro del poder
para condenarlo
como un trueno silencioso se elevara
como grito no dicho
ni un sonido.
Un único día,
en perfecto silencio
inmóvil
y cuando el tiempo parezca que se hace eterno
volverse (silenciosamente) dándole la espalda.

gadsy/malva gris.

lunes, 29 de julio de 2013

Basta.

Basta mirar por la ventana,
basta escuchar el barullo de los pájaros
de regreso a casa, 
basta sentir tus manos, 
para entender qué es la realidad.

Y basta caminar las calles, 
mezclarse entre la gente, 
anónima, 
espectadora, 
curiosa, 
fagocitando pasivamente
los colores y las formas, 
los rasgos y los ademanes, 
las luces y las sombras, 
los árboles
los muros, 
los adoquines
la gente pasando
ocupada en sus asuntos, 
conversando
discutiendo, 
deteniéndose en las vidrieras
entrando o saliendo 
de puertas de madera
de metal
de vidrio,
para alienarme.

Devoro el mundo
y el mundo me devora.
Me fundo en los vapores urbanos
me disuelvo en ladridos
reclamos de gorriones
o chillidos de chimangos.
Me amalgamo en los cuerpos de los otros
en los ladrillos
las baldosas
las persianas
los semáforos.
Y esa realidad se me hace tan propia
que la ajena pasa a ser la otra
la de mi casa.

Pero basta que tus manos
me alcancen
para volver a la realidad
la original
la propia
la que me hizo ésta, 
tan huidiza
tan inestable.

gadsy/malva gris.

viernes, 26 de julio de 2013

Trato de evadir el dolor.

Trato de evadir el dolor
de los testimonios del abuso.
Siempre es igual de doloroso
no importa la edad
por qué no se endurece de una buena vez
este corazón que late y pierde el eco,
que late en el vacío.
Nadie oye.
Nadie quiere oir.
Hay atropello
y nadie quiere enterarse
hay daño irreparable
y hay daño que no se desea reparar.
Y cuando los ríos enfurezcan
y cuando la tierra tiemble y se trague a los pueblos
y cuando el fuego ruja desde el centro
y queriendo vengarse de los perpetradores
terminen envenenado y quemando
a quienes, fieles, deciden aceptar su suerte,
y cuando las tormentas quieran arrancar
a la bestia predadora de bosques y selvas
de mares y ríos
de praderas,
y cuando el sol busque secar a esta especie
cruel
despiadada
indolente
y cuando el hielo congele la sangre
de los desprotegidos,
seguirán sangrando siempre los mismos.
Y nadie se enterará.
Una estadística.
Una mera estadística mentirosa
que siempre mostrará mejoras
progresos.
Eso serán.
Y por más que trato de evadir el dolor
mi corazón patea y pateará en el pecho
y nadie oirá
porque nadie quiere.
Y laterá aislado, lejos,
sin eco.

gadsy / malva gris.

El silencio.

Yo escribo aquí de corrido
como quien al borde de un abismo grita
y, sabiéndose solo,
sin eco siquiera,
vuelve a gritar, como un juego,
cebándose
tomando coraje
y luego canta
y luego arenga
porque las rocas no oyen
no oyen los árboles
los pájaros lo ignoran
las serpientes no entienden
y si entendieran qué
si no es más que un loco
o un niño renacido
jugando al eco ausente
en medio de la soledad
de una montaña
y un abismo.

gadsy / malva gris.

Ritmos crecen.

Y ritmos y RITMOS (y ritmos) les crecen
del suelo, del campo, del monte, se elevan
las danzas que queman los pies en la tierra.
Y saltan y SALTAN (y saltan) demonios
batiendo los aires la manos que cantan
con cuerdas, tambores, sonajas y flautas.
Y ritmos y RITMOS (y ritmos) trepidan
arrancan el grito de euforia animal
la fiesta y el llanto y el grito de guerra
y te late en los pies un himno a la vida
un himno a la muerte, un himno a la tierra.
Y saltan y SALTAN (y saltan) de nuevo
igual hace siglos, milenios, eones.
Nada es tan nuevo ni tan repetido
las bestias son otras pero hacen lo mismo
las hierbas son otras, las lluvias son otras
y todos pactando cumplir con su ciclo.
Y giran y GIRAN (y giran) abismos
y crece la muerte que abona la vida.
Y suenan y suenan y suenan los ritos
y todos mareados sentimos lo mismo.
Y ruedan y RUEDAN (y ruedan) los ríos
y llevan y traen el agua y el limo.
Y rugen y RUGEN (y rugen) volcanes
y escupen el fuego de infiernos reales.
Y saltan y SALTAN (y saltan) las gentes
de frente al dolor, de frente a la muerte.
La muerte, la vida el sol la lluvia
el viento la hierba el monte el desierto
las bestias las aves el mar y los ríos
la noche
y el hombre que late
rituales late
danzas late
y otro que olvidó su origen viene
y rompe el ciclo.

gadsy / malva gris.

miércoles, 24 de julio de 2013

Mi máscara.

Me atrapa mi máscara,
debajo de ella yo convulsionando.
Mi ensiedad la quiebra
ella cree fagocitarme.
Es así.
No, no es.
No la domino, es cierto.
Pero tampoco me ha vencido.
La transformo
y ella también me cambia.
Hoy pinté fuego azul y naranja
con luces blancas
como vapores incandescentes 
en mi máscara.
Ahora debo firmarla
con lo mejor y lo peor que me habita.
Un libro de mí misma
como un libro sagrado
uno más
de los muchos que adoran otras personas.
Yo simplemente doy testimonio de él,
del mío
del propio.

gadsy/malva gris
(para mí en mi cumpleaños)

sábado, 20 de julio de 2013

Mezcla.

Qué mezcla de sentimientos.
Dolor y vergüenza.
Enojo.
Responsabilidad y culpa por la desidia
ante la humillación del otro.
Fotografías de personas como yo
sin hogar
sin intimidad
sin derecho a su privacidad.
Muchas.
Tantas.
Demasiadas.
Como un oprobio.
En la calle.
Sin cobijo,
durmiendo acurrucados
sin manta
a veces con una bebida
a veces con un perro.
Ignorados,
los otros caminando indiferentes.
Como ganado en una sala
con multitud de camas.
Alcohólicos algunos
desolados otros,
humillados todos, 
muribundos muchos.
Deshauciados.
Y yo mirando un desfile de casos ignorados
sin nombre.
Algún testimonio
de alguien que de niño no ha conocido casa,
llamándose a sí mismo ignorante...

Ignorantes nosotros.

Que ignoramos a sabiendas el dolor
de quienes siendo como nosotros
arrastran peor suerte.
Ignoramos,
decidimos ignorar.
Ni verlos.
Juzgarlos
condenarlos,
sospecharlos.

Nosotros ignorantes.
Ignorantes tal vez de las causas de esos destinos
que tal vez no nos son tan ajenos.
Ignorantes de sus travesías
por toda la ciudad
buscarndo alimento
bebida,
medicina
reparo
abrigo,
o una oreja que escuche sus historias
sus cuitas que son muchas
sus testimonios de la vida de los otros
que ven pasar
ignorándolos.

¿Ignorantes quiénes?

¿Acaso no son ignorantes
quienes juzgan y condenan
sin razones y sin leyes?

¿Acaso no son ignorantes
quienes con todos los medios a su alcance
no saben sobrevivir
como quienes están a la deriva
y le ganan un día más a la muerte?

Dolor y vergüenza.
Enojo.

gadsy / malva gris.

viernes, 12 de julio de 2013

Dos niños.

Dos niños recuerdo dolorosamente.
Dos niños callejeros.

Uno hace ya milenios casi,
los ojos asustados,
febriles.
En la calle
(su madre impiadosa).

Yo vi sus ojos de vidrio
sus ojos de leche.
Yo vi el miedo
el no saber
el no entender.

Un hombre cualquiera a su lado
no sabía qué hacer.
Era el único que lo veía
en medio de una vereda bulliciosa
encandilada de luces
de vidrieras, semáforos,
carteles luminosos.
Él, el único testigo del niño asustado
tal vez enfermo.
Su rostro clamaba ayuda
pero sus labios no.
Los ojos del testigo también hablaban
y decían desesperación
y decían no saber
y decían no poder.

Y yo pasé.
Pasé y el tiempo se detuvo
y tampoco supe qué hacer.
Tampoco yo.

Y seguí caminando
inercia de noria
envuelta en luces,
mientras el tiempo inmóvil me esperaba
en un eterno recuerdo culpable.

Pero la calesita dio otra vuelta
y yo ya no estaba.

Y hubo otros niños
desde entonces.

Tantos.

Todos deteniendo el tiempo
con ese poder que tienen los niños.
Tal vez sea  siempre el mismo.

El tiempo no es un impedimento
para que no lo sea.

Y hace unos días nomás,
volvió el niño.

No importa si fueron veinte años,
era la misma piel
piel de durazno
niño pichón
niño cachorro.

Y yo me detuve frente a una luz roja.
Y el niño también se detuvo
justo frente a mí
con tres piedras en las manos.

Y una tomó impulso y se elevó en el aire
y otra descubrió una curva que hirió el espacio
y mientras la primera cortaba el aire en dos
en su descenso
y la tercera ascendía por un segmento de la mañana.
Renovaban sus danzas.
Malabarismos principiantes
parodia circense
amenaza del arte.

Su rostro traía enojo
disimulado bajo el rosado chocolate
de sus mejillas redondas y tensas.
Resentimiento e inocencia lo esculpían.

Los segundos dibujaron una sentencia curvilínea.
Una advertencia, un ultimatum.
Los ojos también se habían enojado
y hablaban con brillo y tal vez con lágrimas.

Se acercó a reclamar su moneda
con la luz verde.
Y yo sabía que eso era sólo una tregua.

Habrá una próxima vez
un nuevo encuentro
tal vez quiso decirme.

Porque él y yo sabemos que es siempre el mismo niño.
Esperando siempre un gesto que no adivino y que no llega.


gadsy /malva gris.


jueves, 11 de julio de 2013

Caballo desbocado.

Caballo desbocado sería tal vez, un instante,
si se cortaran las riendas que me limitan el paso.
Y si superados los riesgos quedara sola
me detendría a beber de alguna acequia.
No sabría adonde más ir
y no me importaría
tarde o temprano encontraría a otros como yo,
-sentiría.
Siempre es posible volver
aunque ya no siendo la misma.
Es verdad.
¿Pero y si no se cortaran y sólo les perdiera el miedo?
Sería un caballo mañero
pero no salvaje.
No sería dueña siquiera de mis rutas
y mis paisajes.
Ni tomaría el riesgo, la incertidumbre del futuro,
con cada trago de agua,
con cada paso.
¿Valen esas simples certezas
esa seguridad que brota de la fe industriosa
a fuerza de repetición de las mismas tareas
día por día,
noche por noche,
hora por hora?
¿Acaso no sería la emoción
apenas la añoranza de un paisaje robado
a un instante
que me sale al paso
por no atreverme a buscarlo?
No acepta acaso,
el caballo salvaje
el riesgo de la serpiente,
del granizo y el rayo?
En ese momento sólo eso importa,
y luego (si hay un luego)
otro tramo de vida habría sido ganado.

gadsy/malva gris


Cuándo.

Cuándo podré deshacerme de estas cuerdas
pesadas como el universo derrumbándose
hecho arena
hecho magma de nieve
toneladas que no cesan.
Estas cuerdas que me enredan
me detienen
como tentáculos
como serpientes carceleras.
Que me enredan en pasados
arrancándome de presentes
parecidos y posibles
y me impiden los futuros apenas blancos
aún sin perfiles.
En pasados días, en años pasados
en siglos superados
milenios atascados
prohibiéndome el paso que me libere
de la carga de los días iguales.
Cuándo.
Cuándo podré deshacerme de ellas.

gadsy/malva gris.

miércoles, 10 de julio de 2013

Los límites que no veo.

Los límites que no veo,
esos que ofenden a algunos,
que me hacen pensar que todo puede ser
y que podría no estar mal que asi fuera,
esos,
me alejan.
Hay un límite en los otros
que no veo.
Y todo puede ser si lo concibo
u otro lo concibe por mí
aunque no lo sepa.
Y yo no veía tampoco cuando era niña
los límites.
Y entonces alguien se indignaba:
cómo podés pensar eso de mí
(sellaba mi sorpresa).
No de vos,
no de ella o de él.
No de alguien.
Simplemente pensarlo posible
tal vez una justificación ignorada
late escondida
acallada
temerosa.
Y quién soy yo para no imaginar
lo más soez
lo más noble
como una entidad apenas huésped
de ofendidos anfitriones.
¿Te creo capaz?
Sí.
¿Me creo capaz?
¿Por qué no?
¿Quíen puede asegurar que no existen circunstancias
que nos sumerjan en la vergüenza
de lo inconcebible
de lo injustificado
antes los ojos incrédulos o sentenciosos de los otros?
Y sentir, al mismo tiempo,
muy hondamente,
quedamente
que no supimos o no pudimos
ser perpetradores de nuestros propios actos
con orgullo
con vergüenza
con distracción
con impotencia
y seguir dignos.
Y yo quién soy para decirte inocente.
Si todos o nadie lo somos.
Y yo quén soy para culparte.
Si cada instante es irrepetible
con toda su carga de horas y avatares.
No veo esos límites.
Esos que los otros ven tan precisos e infranqueables.
Para mí son meras circunstancias
figurativas
llanos acasos.
Y quién soy yo para exigirme ver los límites
corral de la idea de honra de los otros.
Los límites que no veo,
esos,
me dejan del lado de la perpelejidad
cuando el enojo desgaja los rostros
y enturbia los ánimos.
No te acuso, no es eso.
Simplemente no tengo tus límites
no es que no los tenga.
Sólo que tengo otros.

gadsy / malva gris.

domingo, 7 de julio de 2013

Revoluciones.

Revoluciones como bendiciones,
anheladas,
urgentes.
Revoluciones como maldiciones,
temidas,
sospechadas.
Imposiciones de la disciplina.
Obediencia de los acólitos y los pusilánimes.
No hay revoluciones sin perdedores.
No hay ganadores sin perdedores.
Y no hay acuerdo sin discplina.
¿Qué revolución puede ser posible
si los pensamientos no se aunan?
¿Qué revolución será aquella que no tiene
un objetivo
un fin
una estrategia?
Perdidos estamos quienes pensamos
que una revolución indefinida
vendrá a redimir nuestros trabajos.
No hay revolución sin imposición.
Y no hay imposición sin sangre.
No hay revolución sin valientes
sin héroes y sin mártires.
Y no hay revolución sin cobardía.
Aquellos que se someterán a todas las revoluciones,
aquellos que querrán sobrevivir a todas las banderas
a todas las ideas
a todas las miliccias y dictadores,
esos que son el número,
la grey infiel
pragmática de la supervivencia.
Qué tristeza tan grande me abre el pecho,
se hace la noche en mi sueños,
y una oveja más de la manada ciega
saltará la cerca.

gadsy / malva gris.

No soy yo.

No soy yo quien cambie el curso de la Historia.
La Historia seguirá en su inercia
prosperando
hacia el único horizonte que conoce:
sí misma.
Como la muerte la Historia no juzga
no sabe de mejores ni peores
es ella misma la senda
y no hay quien pueda cambiar eso.
Si no son los pueblos
no hay persona que pueda darle otro destino.
No soy yo.
No es tampoco nadie que conozca
o que aún no haya nacido.
Éramos todos
o ninguno,
como casi siempre.
Y todos hemos puesto nuestro pie
en alguna huella
e imprimimos la propia tal vez en barro nuevo.
Y así andando hacemos la Historia.
Con nuestro consentimiento,
nunca a nuestro pesar.
El espacio que no ocupamos
otros o nadie lo habitarán.
Y así es como, sin acuerdo,
nuestros pasos solitarios no prosperan
y son aquellos,
disciplinados,
quienes orientan su propio horizonte.
Y el otro,
aquel que aspiro
no llega de la mano de la libertad.
Éste
el que hoy tengo delante
viene arrastrado de la disciplina de los siglos.
No soy yo
quien a fuerza de cobardes intentos fútiles
quiebre ese horizonte de oropeles fatuos.
No soy yo
sin los otros.
En cambio son muchos
que con la inercia de la obediencia
me impone un futuro que no deseo.

gadsy/malva gris.

sábado, 6 de julio de 2013

Sin musa.

Inspiración es una larga palabra,
y su esencia vaporosa
soluble
aérea
es difícil de amoldar y de vestir.
Musa es más suave, en cambio,
blanda, amable
aunque veloz fugitiva,
escurridiza, burlona
mira de lejos
a casi todos.
Yo aquí con tantas palabras delante
testigo apenas soy
de su romance con los poetas.
Dichosos ellos
que amamantados por tan virtuosa nodriza
han podido parir tanta belleza
tanto sentido.
¿Podré alguna vez revisar mis pasos
y de tanta palabra malgastada
juntar los restos
y, collage sonoro,
cantar al menos un instante del mundo
al transcurso del cotidiano sol
en un minúsculo arco sobre mi cabeza,
un instante como daga
con su brillo y su reflejo
con su vibración como una cuerda
con su danza como un viento o un aire apenas
con su caricia o su herida
con todo lo que trae, se lleva o deja olvidado,
así como hoy,
como siempre,
sin musa?

gadsy/malva gris

domingo, 30 de junio de 2013

Cabeza en torbellinos.

Mi cabeza en torbellinos gira y se desgrana.

Nos recuerdo con doce años
niñas aún envueltas en risas sin motivo
en medio de pueriles investigaciones teológicas.

Descubrimos juntas la música.
Compartimos los libros que nos ahogaban en sueños,
las aventuras
la poesía
los cuentos
las novelas.
Lidiábamos con nuestros cuerpos cambiantes
elegíamos alguna moda
o ninguna.
Las esquinas o nuestros cuartos
los lugares de encuentro.
Las horas eran livianas
y el sol en invierno era tibio y amarillo.
Una hablaba con Dios,
otra saludaba a los árboles de la calle
(a cada uno)
otra devoraba las mitologías
de la Historia y la Literatura.

Un día una dijo:
-Nos encontramos en el 2000.
Y era tan lejano que nos dio risa.
Reimos también imaginándonos tan adultas, 
porque faltaba más de veinte años.

Y otro día agregó:
-Cuando cumpla cuarenta me voy a suicidar.
Y era tan improbable que nos dio risa.

La vida no nos alejó del todo.
Pero llegó el 2000 y no nos encontramos.
Y una de nosotras cumplió 41
y el corazón le recordó el pacto.

A otra la atrapó una enfermedad
que no la suelta
una garra que la transforma
en variantes de sí misma
mientras espera que la ciencia
le devuelva la mujer que era.

Yo aquí escribiendo palabras
tal vez sea la segunda
o la tercera.

Tal vez mi futuro también llegue con algún infierno.

Tal vez los paraísos que discutimos
fueron espejismos
infiernos mentidos purgatorios
de vaya a saber qué culpa, qué deuda.

Si éramos niñas riéndonos de todo,
si aún el eco de nuestras risas sin sentido canta en mis oídos,
(yo sé que cuando reímos aún somos las mismas,
¿por qué entonces mi cabeza es un torbellino
de paraísos
de infiernos
de pactos incumplidos
de risas tontas y sin final
de explicaciones ausentes?

gadsy/malvagris

jueves, 27 de junio de 2013

Sangre rezuma.

Sangre rezuma,
y traspasa el papel,
suda carmesí secuela
de los crímenes de los hombres ambiciosos.
Sangre de hombres esclavizados.
Sangre de soldados muertos
en inútiles guerras,
traicionados,
ignorados,
estadísticas de ganadores y perdedores
con bandas presidenciales o jinetas.
Sangre de milicianos
de landronzuelos
sangre exprimida a fuerza de opresión
o de los cortes de guillotina
heridas de bayoneta
de fusiles.
Desertores
rebeldes
resistiéndose a recitar el guión
que los condenaba al eterno rol de perdedores.
Y tras cada gota de sangre
otros ganaban.
Ganaban la partida,
ganaban la tierra
ganaban el favor de la ley
para seguir negando
trabajo amable
trato menos desigual
una pizca menos de abuso y una más de dignidad.
Sangre rezuma de la Historia
tras los gobiernos y sus campañas militares
tras los imperios del dinero
que se alimentan de tristes destinos malogrados
en la minas, en los campos, en los puertos,
en los burdeles, en las fábricas,
en los campos de concentración y exterminio.
Allí, tras cuyas bambalinas
fecundaron fortunas
y se compraron conciencias
cuyas monedas rodaron a sus sirvientes
panaderos
verduleros
carniceros
choferes
jardineros.
Y ellos a su vez
destinaron un parte
a los ataúdes de sus muertos
a desayunos, cenas, almuerzos
jarabes y médicos
fiestas también
y los regalos de los hijos y los nietos.
Pero allí igualmente sigue impregnada la sangre
que rezuma de tanto abuso
aunque el rodar le haya pegado el polvo del tiempo y el olvido
y sólo parezca antigua o sucia
pero no cómplice de muerte o tortura.
Aunque no se vea rezuma sangre.
Y sangre rezuma aún hoy
cuando la memoria asalta la piel
y avanza por el túnel ácido que corroe el pecho
perfora el corazón
y destroza las costillas.
Y sangre rezuma también ese recuerdo.
Fortunas de complicidad y desconsuelo.

gadsy/malvagris

miércoles, 26 de junio de 2013

Inevitable fue para ellos.

Inevitable fue para ellos ver tal vez
un rostro
muchos rostros
las espaldas vencidas
las miradas azoradas
pertinaces
dolorosas.
El hambre tal vez vieron.
O no, al vez no el hambre.
Tal vez la desesperanza
la bronca
la confusión entre ley y justicia
entre justicia y negocio
entre negocio y política.
O tal vez tampoco.
Y fue solamente la necesidad inmediata.
O la idea.
Quién sabe qué vieron
pero no dejaron ya de verlo.
Y viendo eso se convirtieron
en testigos como árboles
y allí se plantaron
y crecieron en ramas
en hojas
en follaje verde
en nidos y aves
en cielo y nubes.
Y la gente los amó y se sorprendió de ellos
del fuego de su sangre
de la luz de sus ojos,
reflejo de la luz perdida de los suyos,
de la pasión que incendiaba las palabras
pariéndolas como el fénix, rejuvenecidas,
y los dejaron prodigar ramas.
Y entonces fueron los comedores,
el arte
las marchas
el juntar a la gente
hablar de lucha y de esperanza
de enseñar cómo se busca otro destino
cómo se enfrenta a éste
y se le abre puertas donde sólo vemos muros.

Inevitable fue para ellos morir,
desde luego,
por haber visto y mostrado el mundo y sus caprichos.
Y como árboles, sí,
de pie murieron
hachados miserablemente.

Inevitable fue la sorpresa
inevitables las lágrimas hoy después de tantos años
en la dimensión de lo ocurrido
y lo ocultado.
De lo perdido.

Inevitable llorarlos por todo lo malogrado
lo que pudo haber crecido de sus manos
y ya no pudo.
Pero de ellos luego crecieron ángeles.
E inevitable es hoy esforzarse en recordarlos humanos.
Porque mitos son ya, pero no son sus manos,
sus miradas y sus voces
las que convocan a buscar otro destino.
No, ya no.
Sus muertes les pusieron alas,
sus asesinatos les dieron luz.
E inevitables son ahora,
desde luego,
las lágrimas.

gadsy/malvagris
(a maxi y dario)

viernes, 31 de mayo de 2013

Si uno lo deja.

Si uno lo deja,
el mundo muestra sus matices más caprichosos.
Si uno acepta el azar
el azar te regala destellos irreales
los reflejos de los milagros
la fuerza atropellada y esquiva
de lo imposible.
Entonces las palabras son torrentes de sentidos contrapuestos
y las sonrisas se escapan
de rostros cuyas cabezas están preocupadas,
y los ceños se repliegan
sobre sonrisas de auténtica alegría.
Contradicciones.
Porque si uno lo deja
el mundo se divierte en sus enloquecidos vaivenes,
su autismo
su esquizofrenia
y no puede evitar dejar ver
aquello que se empeña en ocultar.
Qué hermoso resulta ese desorden negado
entonces,
indomable
de esfuerzos vanos,
ese instante apenas
de transcurrires y ocurrencias fugaces
descontrolados
que serán prolijamente justificados luego
para explicar lo inexplicable.
Si uno lo deja
el mundo y sus realidades se muestran tal cual son
perversa y beatíficamente mágicos
a la vez.
Esfuerzos intencionales
con resultados inversos
e interpretaciones falaces.
Entonces
divertida
agradecida y cómplice percibo una humorada
y me parece que es una gracia
un error
un milagro
estar observando todo desde fuera.

gadsy / malva gris.

lunes, 27 de mayo de 2013

Ciertas lecturas.

Ciertas lecturas deben transcurrir letra por letra.
No puede soportar mi pecho tanto dolor.
Leo guerra y veo espanto.
Y veo espanto por horas y me hierven lo ojos
y la pestilencia del aliento de esa palabra
carcome mi corazón.
Y duele,
duele tanto.
No puedo leer ciertas historias
que hablan de la desgracia como un huracán
cayendo desprevenidamente sobre los mansos
arrancándolos de la realidad
y repartiéndolos en mil pesadillas
de las que no podrán huir jamás.
Ciertas lecturas
debo hacerlas de reojo.
No puedo leer ciertas cosas de frente.
Me lastiman el ceño
y me envenenan la herida.
Todo ese dolor me corroe las venas
los párpados, los labios temblorosos.
Y no puedo evitar llorar.
No puedo evitar quebrarme
en miríada de cristales
lanzas
como una bomba de fragmentación
de hielo
de grito
de fuego.
Ciertas lecturas
deben ser concluidas como un ritual,
propiciado algo que no alcanzo a entender.
Ciertas lecturas
resultan serpentinas de letras que se yerguen como dagas
acuchillando enloquecidas mi cráneo desde dentro.
No alcanzo a entender
las cifras de la muerte
del dolor
de la miseria.
Y yo quisiera abrirme el pecho
y vaciarme toda
y arrancar todo esto que duele
y envenena
y que no hay forma de purgar
resurgiendo siempre
como un volcán
como un géiser
inesperado.

gadsy /  malva gris.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Recién leía.

Recién leía los poemas inspirados del amor.
De otros leía.
A mí en cambio
me brotan letras
desde la tempestad de mi alma
como un intento
inútil
de arrancarme del pecho
ese destino de volcán
de geíser.
Mas no el amor.

Me brotan letras
cuando el sol
esforzándose industrioso
replica los días de sus testigos.

Mas no el amor.


Me inspira la luna
con sus maldiciones
y sus joyas.
Me inspira la primavera
que reinicia el ciclo de la vida
y me inspira el otoño
quedamente resignándose en sus oros.
Mas no el amor.

Me brota resentimiento
(también)
mirando las raíces de la Historia
los acasos del presente
las excusas de la sucesión de días perversos.

Mas no el amor.

Me laten palabras
las calles, los muros, 
los pasos, los vuelos, 
los reflejos
las brisas.
La conciencia
la inconciencia 
y el tiempo.
Mas no el amor.


O sí, pero otro.

gadsy / malva gris.

Un paso.


Un paso,
detrás el otro cortando el aire.
Pertinaz avanza
quebrando el tiempo a lo largo.
Sibilante navaja,
tajada de viento.
Se apoya el pie
pesadamente cruje
la suela sobre la tierra
la tierra sobre su centro.
La vibración se pierde
insonora ya entre tanto ruido.
Alrededor los autos
en sus fundas metálicas
bestias mecánicas
rugen devorando
metros y segundos.
Alrededor las multitudes
con su rumor de mar y trueno.
Alrededor las aves y los perros
lanzando al aire sus sonetos
pródigos e incomprensibles.
Y el paso perdido
como tantos otros
sin conciencia del camino.
Yo llevo mis pies acompasadamente:
uno a la vez,
transitando una línea
que une este momento a algún destino.
Yo a sabiendas los conduzco
y tampoco soy conciente del camino. 
Y el camino es testigo
pero no sabe de mis pasos
ni de los otros pasos, 
de otros,
de perros, gatos o pájaros.
No sabe de ruedas ni de guijarros.
Sólo recibe las voces
aisladas de cada paso
un contrapunto vago
difuso
trivial.
Tampoco sabe si es camino
o una ocasional trilla solitaria.
Nimia conciencia
escasa en los avatares de las personas, 
los animales y las cosas.
Hasta nuestras más meditadas intenciones
ocurren porque sí
tan poco hilvanadas están
al transcurso del concierto de los hechos.
Tan ajenos somos a su estrategia
apenas ingrediente circunstancial, 
no artífice.
Algo arrogantes y bastante necios.
Ni aún nuestros planes más ambiciosos
contemplan la multitud
divergente de las invisibles ocurrencias.
Apenas un paso, 
y otro 
y otro más detrás de aquel.
Y un día detenerse
y no más que la memoria de unos pocos
en la historia fugaz de una roca en el espacio.

gadsy / malva gris.

lunes, 13 de mayo de 2013

Redención.

La realidad me perturba
sacude la comodidad de la autocomplacencia
y te necesito real
no me sirve configurarte en la teoría.
Quiero que te hagas presente
pese a toda resistencia
toda negación
que emerjas del caos
del desorden injustificado incluso
y adivinarte por fin en el sol de las hendijas.
Me desespera pensarte en algún futuro
no quiero que quedes impresa en la utopía.
Inútiles las horas son, 
que no te traen 
a redimirme de los inútiles trabajos, 
de los fingimientos
de correr tras un progreso en el que no creo
más que como un juego
aunque demasiado caro y peligroso.
Me juego el alma en esto.
Condenada estaré 
si tu mano no me alza antes de mi muerte.
Quiero ver tu rostro en los rostros 
de quienes transitan su libertad hecha a medida.
Quiero ver tu belleza en la belleza
ya sin los patrones consagrados
de los cánones arbitrarios de unos pocos.
Necesito que me redimas
que rompas los grilletes de esta simulada realidad opresiva.
Tu redención quiero.
La luz de las realidades negadas de la Historia.
En la abundancia quiero adivinarte
pródiga.
Y deshacerme de estas cosas
que debo conservar por si acaso las necesito.
Librarme de esta obediencia inconsecuente
a normas absurdas sin ningún destino.
Laberintos son.
Que nos distraen de la verdadera meta.
No necesito todo esto.
Nadie lo necesita.
Engaños de los fantasmas
creados para controlarnos.
Títere soy.
Cortá mis cuerdas.
Caballo de tiro soy
arrastrando el peso de la Historia.
Cortá mis riendas.
Miro a mi alrededor y veo muros.
Puertas y llaves veo.
Objetos que me distraen de la vida.
Que me alejan de la fiesta de la vida.
Que me dejan fuera.
Obstáculos, barreras tropiezo.
Fronteras.
Preguntas, inquisiciones evado.
Rendiciones de cuentas.
Pero cómo te harás presente si no te traigo.
La anarquía que late en mis entrañas
no alcanza a iluminarme
ni aun siquiera a hacerse grito.
Esa anarquía que grita en mis venas
como un virus triunfador
no se materializa en la aurora triunfante.
Muda quedo.
E inmóvil.
Impotente y jadeante, 
abstinente.
Enferma y temblorosa.
Implorante.
Impaciente.
La piel se me abre
en poros ardientes
rezumantes de fuego
en diamantes que me abren el pecho y los brazos en jirones
y me sumergen en sueños dispersos.
Cómo te quedarás conmigo, 
alborada tibia,
si no te impongo.
Y sin embargo sé que así tampoco sirve.
Te perderemos tal vez, 
como la arena seca se escurre del puño sin remedio
cuanto más nos empeñamos en retenerla. 
Te perderemos, sí, 
todos aquellos que esperamos tu agitación
tu nuevo vórtice
tu caleidoscopio de paces distintas.
Tu variedad infinita.
Tampoco quiero dejar de rogarte
de invocarte
en la anárquica emoción
que me latiga.
Yo sé que no habrá redención 
con sólo vislumbrarte
si no podés quedarte
e iluminarnos hasta el último día.

gadsy / malva gris.

Yo, maldita.

Invitados alquien dijo.
Pero las invitaciones pueden no aceptarse.
Y yo no puedo.
Yo no hubiera elegido,
cobarde como soy,
la obsesión de una llama
en medio de la asfixia.
No he podido evitarla.
No he sabido evitarla.
Como la maldición de ciertas lunas,
que me arrastran
al veneno lujurioso de su sudor de nácar,
que no puedo ni quiero resistir,
igual, del mismo modo,
me contamina
me inventa utópica
me desgarra pensarla en un futuro inaccesible
la llave fuera de mi alcance
sin remedio.
Mi sangre infecta
no quiere evitarla
y mi voluntad reniega de los abismos
que me alejan de mi prolijo mundo
vertiginosamente.

Invitados alguien dijo.
Pero yo siento la cabeza revuelta de tormentas
cuando veo
cuando escucho
cuando tropiezo
con las mentiras de una Historia cómplice de la infamia.
No hay paz en mi pensamiento.
No tengo respuestas.
No sé el camino ni la meta.

¿Invitada yo?
¿Con mi lastre de cobardías y renuncias?

Contaminada.
Enferma de atropellos
que se acumulan por generaciones de todos los siglos
prospero.

Consiento en que te he buscado.
Reconozco que podría haberme distraído
y he querido (aun así) sumergirme en tus caminos.
Sin remedio.
Perdida en los suburbios negados
de la razón.

Consiento en que te he perseguido.
Sé que podría ignorar mi vocación de abismo.
Pero no puedo dejar de ver
fuera de mí la realidad
y dentro de mí un ideal fortuito.

Estoy enferma,
la sangre perturbada
la cabeza tempestuosa
el espíritu contenido.

Consiento en que te he negado tantos años
y te busco
esperando que traigas la calma
a mi espíritu afiebrado.
Pero yo sé que no habrá calma.

Consiento en que me desespera esperarte
que busco cómplice
quien te haga realidad
por mí
mientras me refugio en mis temores
a salvo de las miradas condenatorias.

Consiento en que te niego a medias.
Consiento en que te afirmo a medias.

Invitados otros tal vez.
Yo, maldita.

gadsy / malva gris.

Confieso que siento que mis brazos caen

Confieso que siento que mis brazos caen
inertes
a los lados,
la cabeza
vencida
rendida
hacia adelante,
el corazón comprimido
en la carcasa de costillas como dagas
como garras,
el aire ácido
corroyendo mis pulmones,
sí,
eso,
cuando noto la sucesión de abismos
entre los lugares comunes
del cinismo pretendidamente involuntario
(que late en los argumentos
de los ilustrados,
del buen pensar,
de los civilizados)
y el fundamento radical
que al final de la cadena diverge
sin remedio.

Y me rindo.

Porque no tengo la inspiración
de decir en pocas palabras
lo que esos abismos disfrazan tramposos.
Y no sé crear los artificios
que inspiren las imágenes
que muestren de soslayo
como un fugaz reflejo
como una señal cómplice
el motivo
la explicación
la causa
que invite a sumergirse en esos abismos.

Me retiro.
Como un perro apaleado
bajo la tormenta
me retiro.

Para qué tantas palabras
si no sé cómo desbrozar
el absurdo
la falacia.

En un mundo de lemas impactantes
de juegos de palabras admirables
de efectos especiales
nadie escucha los prolongados argumentos
que sepultó la historia.

Nadie quiere saber
de aquello que diligentemente ha negado.
Nadie quiere enterarse
de la complicidad de su inacción.
Nadie quiere reconocer
la responsabilidad de no haber evitado antes
los avances del abuso.

En una era en donde queda bien decir
bonitos dichos
o engaños ingeniosos
ironías mal construidas pero certeras
al apuntar al centro de la indignación inducida,
¿quién va a atender a explicaciones prolongadas?
Ningún argumento será escuchado.

Y eso solo alcanzará para ignorarlo con la anuencia del buen pensar
de los ilustrados
de los civilizados.
Mejor no enterarse.
Mejor confiar en la Justicia,
mejor confiar en los guardianes
que premiarán a los corderos
y castigarán a los lobos
en la Verdad que siempre se impone
en las urnas
en los discursos tranquilizadores
en la moralina cuidadosamente redactada.
Mejor enojarse cuando alguien cada tanto dé permiso,
cuando alguien gire la llave
y abra la válvula mal escondida
de los vapores comprimidos de algunos privilegios.
Ahí integraremos el coro de indignados
entonando las iras diseñadas por otros
para que las hagamos propias
y luego
ir callando de a poco
y avanzar los próximos días
pretendiéndonos ignorantes
hasta el próximo permiso.


gadsy / malva gris

domingo, 12 de mayo de 2013

Negro, verde, azul, blanco.

Verde que te quiero negro que te quiero azul que te quiero blanco.
Allí iré con mi cedín en mano
a comprar mi propiedad
otra más.
Cedines para acumular.
De la nada eran verdes, eran azules y ahora blancos.
De la nada digo.
No ilegales no.
No narcotráfico no.
No trata de personas no.
No fábricas clandestinas no.
No trabajo esclavo no.
No abuso de menores no.
De la nada digo.
Eran negros y luego verdes, luego azules, ahora blancos.
Con mi cedin en mano
compraré otra propiedad
otra más
un casa
un hotel
un terreno
un campo.
Y seguiré creando más riqueza de la nada 
de la nada digo
no de la estafa no
no de las armas no
no de las coimas no
no pornografía infantia no
no tráfico de órganos no
no turismo sexual no.
De la nada digo
surgieron negros se tiñeron verdes, se pusieron azules y ahora son blancos.
Qué fiesta de colores tan hermosos.
Cedin en mano
comisión a un banco, a otro, 
diferencias de cambio.
Qué importa si del negro ahora son verdes, azules, blancos.


gadsy / malva gris.

El sol.

Desde una hendija ajustada
por entre el concreto y los caños
tanques, paredes, techos,
se escurrió nuevamente unos minutos
el sol.
Sé que algo quiso decirme,
vino a buscarme
y la violencia de su luz
como estallando silenciosamente
en su lenguaje
eternamente incomprendido algo dijo
el sol.
Yo sé que siempre ha buscado contarme
algo que ignoraré cabalmente cada día
condenados como estamos a descender
en nuestro tránsito celeste.
Apenas unos instantes estamos frente a frente.
Su silencio es elocuente
sus rayos son un lenguaje
que limitada, no comprendo,
siento que grita cada vez más
en la medida que descendemos
hasta que agotado
baja el tono y finalmente calla
para volver a intentarlo mañana.
Nuestra ilusión es de ascenso entonces
nuestra ilusión es que en el ocaso
desciende
al ensangrentado sueño
el sol.
Pero condenados estamos
a transitar el riel invisible
que la Física nos impone.
Millones de nosotros
miles de millones
cientos de miles de millones
descendemos primero
para elevarnos ilusioriamente luego
ante algún ocaso.


gadsy / malva gris

sábado, 11 de mayo de 2013

Anfitriones.

Después de muchos días de preguntarme
por mis ideas
preguntarme nomás
por qué son ellas y no otras
las que prosperan
inmaterialmente
poseyéndome ruines,
me han dejado una respuesta.
Anfitriones somos.
Como casas tomadas.
Ellas nos eligen y se adueñan.
De nuestras emociones
de nuestros actos
nos conducen
nos arrastran
nos paralizan
nos cercenan
o nos dan alas
nos hacen volar alto
y de allí nos sueltan.
Meros anfitriones somos.
¿Por qué condenarnos 
condenar a otros
por ser poseídos 
por ideas perdedoras?
No tenemos protección.
Si una idea nos invade
nos tiñe la vista
nos filtra el oído
nos recorta la lengua.
Y ya no somos nosotros
somos instrumento de la idea
que ha hecho de nosotros su espada
o un carcelero tal vez
cazadores de otras ideas.
¿Culpables somos?
Víctimas somos.
No podemos siquiera cerrar nuestras puertas.
No sabemos por dónde entran
a poblar nuestros días
nuestros sueños
nuestras fantasías
nuestras metas.
Anfitriones somos.
Meros anfitriones.

gadsy / malva gris.

lunes, 29 de abril de 2013

De niña.

De niña mi tarea cada atardecer era
esperar la primera estrella
la segunda
la tercera
hasta no poder contarlas
de tan atropelladas y entusiastas
que se encendían.
Algunas de ellas disimuladamente bajaban
y volaban disfrazadas de luciérnagas
encendiéndose de improviso
como jugando a las escondidas
en el jazmín
o por entre las flores blancas del helecho
despeinadamente perfumado a hierba.
Aquí, en la ribera de un negado Maldonado
que como nuestros pícaros y nuestros locos
comparte destino donde no puede ser visto,
aquí,
fluyó mi niñez
esperando y contando estrellas.
Tal vez nuestro solitario y sepultado Maldonado
les reservó el protagonismo de su oscuridad
para que ni ellas ni él
volvieran a sentirse solos.

gadsy / malva gris.

Violencia.

Violencia ésta es como lava que crece incontrolable, 
que se derrama
que quema
desde adentro hacia afuera.
No me impidas la justicia de elegir cómo vivir
si no hay daño en esta sencillez,
de placeres simples,
de canto, de dicha
de una comida compartida
de los amigos
de un trabajo gratificante
como un juego.
No me obligues a ocupar el lugar de otro.
No me digas que no hay lugar para los dos.
O para los muchos.
No me digas que alguien tiene que quedarse afuera
de la fiesta de la dignidad
de la vida feliz y gozosa.
No insinúes que las palabras de los locos y los pobres
deben acallarse.
No insistas en que hay cosas que es mejor no saber
no invocar
no nombrar.
Porque es violento que me inculques tu violencia
tu necesidad de ponernos más abajo
o tu capricho de colocarme más arriba.
Yo no necesito eso.
No necesito escaleras ni pirámides para elevarme
y dejarme conducir por las ráfagas del verano.
Yo necesito vivir simplemente
repleta de atardeceres y brisas tibias,
ornada de canciones
danzas, pinturas y poemas.
Porque es violento que me digas que eso es poco,
que no le sirve a la patria o a la empresa,
que seré castigada con el hambre
que seré expropiada de mi casa
de mi dignidad
y de la mis queridos compañeros de vida.
No me inflijas el dolor
de decirme que mi idea de la vida
es pobre
es pueril.
Que tengo que aspirar a más
para ser respetada.
Que debo inventar estrategias
para adquirir respeto.
Porque es violento.
Como magma que quema mis arterias y calcina mis sienes
como géiser que vacía las cuencas de mis ojos,
como carbones al rojo que me destrozan la garganta con su cal.
No quiero sentir esta violencia como cuchilladas en todo el cuerpo
no quiero que me hagas esta violencia de amoldarme a la tuya,
quiero vivir como me decían las estrellas cuando niña
y las miraba maravillada
como una joya propia
íntima
imposible de robar.


gadsy / malva gris.

miércoles, 24 de abril de 2013

Luz amarilla.

Luz amarilla, alimonada
en la tarde leve de este otoño.
Puntos luminosos en lento alud
en medio de un rayo delimitadamente blanco
que oculta la realidad sustantiva de las cosas.
Como un paréntesis en el mundo
de los objetos cotidianos
el rayo de leche
con diminutas luciérnagas
suspendidas
hiende el aire como una daga.
Sangra luz.
Y en el amarillo alimonado del aire de este otoño
líquido de la siesta tibia
se desangra en un blanco calcíneo
blandamente
mi aliento.
Abandonada al dulce sopor
emergo fulgurantey me disuelvo
inasequible
en rayo de espuma
en caballo de aire
en llama de suspiros
en arena.

gadsy / malva gris.

martes, 23 de abril de 2013

Otra vez.

Otra vez el otoño con sus esperados oros.
Como una fiesta lo espero.
Y espero los pasos en la vereda,
con su letanía de crujir de hojas.
Ocres son sus palabras,
rojas también, como un vino maduro.
Fragantes de madera prematura.
Un viento arremolina las hojas caídas
y las eleva en hélices vertiginosas:
son palabras crepitantes
que con el susurro del viento
siempre impetuoso entre las ramas
inventan un contrapunto majestuoso.
Las veo girar
y la luz filtrándose tiene ese ocre
de las heridas del ocaso.
Cómo no sentir este otoño renovado
si es una fiesta prodigiosa
que me hace sospechar faunos y duendes
tras los troncos pincelados de metálico limón.
Aquí estoy yo
deseando ser hoja
y elevarme y caer rendida
y destrozarme crepitando
agonizando
con el verano.
Que el mundo detenga sus tareas
y presencie este milagro
segundos apenas.

gadsy / malva gris.

Inevitable.

No puedo evitar por más que lo intente,
quedar atrapada en los mismos argumentos.
Me repito sí,
porque descubro día a día los mismos prodigios y conspiraciones,
limitada como soy en mis ideas y palabras.
Descubro sí,
cada día descubro
los mismos descubrimientos de miles de hombres y mujeres antes que yo.
Y como si los olvidara,
apenas un instante, o un día, o una semana después,
llega el olvido redentor
y me ofrece como una perla nueva
la misma aurora
la misma idea.
¿Cómo puede ser que no la reconozca siquiera
hasta releerla y darme cuenta
que otra vez rezo los mismos cánticos
como agua nueva
recién llovida?
Es también una bendición
que las palabras trilladas se presenten como nuevas,
y disfrutarlas degustándolas
minuciosamente como la primera vez.
Es inevitable que como una condena
dulce y reposada
la vida se me ofrezca con sus múltiples caras
beatíficas o malignas
una y otra vez
sin aprenderla jamás. 
Y es inevitable que lo agradezca maravillada.

gadsy / malva gris.

lunes, 22 de abril de 2013

La misma suerte.

Yo sé que mis días son de cobardía.
Nada de valiente hay en mis elecciones.
Nunca he desafiado ningún orden
ni real
ni ficticio.
Acato las arbitrariedades.
Me someto a los eventuales atropellos,
porque eso sí, 
no he tropezado tantas veces
ni mis caídas me han dejado cicatrices.
Viví siempre mis carencias como circunstanciales
para luego olvidarlas.
He sido una protegida.
Y eso me ha negado el temple.
Pero yo quisiera tener la valentía 
de correr la misma suerte
de la porción de naturaleza que habito:
una parcela no muy extensa
poblada de árboles, pájaros, perros, gatos, personas, 
transitando estaciones, 
enfermedades, 
circunstancias.
Quisiera tener la valentía de no aceptar privilegios.
De no buscarlos.
Yo quisiera simplemente atarme al destino
de mi barrio, 
no cuestionarme si puedo o no escindirme
tras una salida salvadora.
Quisiera no darme cuenta 
de que tal vez haya otras salidas.
Yo quisiera no tener conciencia 
de esta posición observadora.
Simplemente ser un trazo más
del paisaje de mi barrio.
Y llegado el momento
correr su misma suerte.

gadsy / malva gris.

domingo, 21 de abril de 2013

Extraña.

Extraña es la libertad.
Extraños son, quienes fuera de toda norma
viven con la libertad
cómo único soplo divino.
Sin alma transcurren sus horas,
empujados por los avatares azarosos
arrastrados por la naturaleza
de la que no reniegan
ni intentan someter a su capricho.
¿Serán los únicos que no han sido expulsados del Paraíso?
¿Aquellos quienes se negaron a abandonarlo
pese a la orden divina
y decidieron correr su suerte
(abandonado en ese instante también el Edén
con ellos dentro,
por el mismo Dios
que se ocuparía luego por milenios
del resto del mundo
y de sus mezquinos hombres y mujeres)?
Sabiamente eligieron padecer juntos
luchando contra un fracaso asegurado
que padecer esperando la magnánima palma abierta
de un dios arbitrario e irascible.
Extraña es la libertad.
Esa plaga desconocida
ese monstruo mítico
temido, temible,
del que creemos saber que trae consigo el caos,
la negligencia,
el abandono,
y con esa idea defendemos
nuestros pueriles ritos,
nuestras creencias que no dejan de dejarnos afuera
del gran banquete
con cualquier excusa.
Extraña es la libertad.
Una demonio libertino
dicen que es.
Y yo sin embargo pienso
que no podemos imaginarla
de tan adoctrinados que estamos.
Dicen que debemos adquirirla en cuotas
comprarla
con una vida que demuestre que la merecemos,
con unos modales exquisitos
sofisticados, 
una obediencia a todas las normas
arbitrarias de algunos hombres,
esa otra libertad
la falsa libertad
de elegir cómo destrozar a la verdadera.
Y yo sin embargo pienso
que es extraña
y desconocida
y que es la única redención posible
para los que confundidos buscamos algún sentido al progreso.

gadsy / malva gris.

Aquí.

Aquí, un mundo dentro del mundo
sin mayores pretensiones
de significados únicos, herméticos,
y sin embargo tan continente.
Algunas plantas aprisionadas en una cuota de tierra
lidiando con las plagas con mi ayuda,
nutriéndose por mi diligente mano
que no olvida suplir la lluvia y el rocío.
No tienen ojos y no pueden verme.
No sé si pueden percibir mis cuidados
mi atención en sus detalles
sus brotes, sus flores esperadas,
como si fueran mi mérito
el hacerlas florecer.
Aquí estoy yo, construyéndoles primaveras
atemperándoles sus inviernos
mientras otras
sobreviven por sus medios
sometidas al viento violento
las plagas voraces
la inundación, la sequía,
el implacable sol,
la temible helada.
Cómo se parece todo.
Sin duda éste es un mundo de sentidos fractales.
¿Será así como Dios ha construido su universo?
¿Mirando detallada y amorosamente a unos
y abandonando a las otras fuerzas incontraladas
a los más?

Buenos días.

jueves, 4 de abril de 2013

Te imaginaba como un reflejo.

Te imaginaba como un reflejo, enfrentados.
Como dos versiones de uno mismo.
Como el mismo personaje inmerso en un sueño
y en una pesadilla
confluyendo en un paradójico encuentro.
Como los legendarios universos paralelos
con los muchos juanes y las numerosas marías
tal vez de igual rostro
iguales espíritus
pero sometidos a distintos látigos y caricias.
Como la misma historia,
como el mismo protagonista
escrita una y otra vez,
siempre distinta,
unas dichosas, otras malditas.
Asi te imaginaba, como un reflejo, enfrentados
y con otro rostro,
otras manos u otra carne,
otro orden en los huesos,
otros colores
otros aromas
otros brillos.
Así te imaginaba, como un reflejo, enfrentados
las mismas noticias
con distintos significados
con distintos placeres y dolores.
Y ahí frente a frente
un asalto.
Yo con algo que estaba en tu deseo,
Yo con algo que estaba en tus cálculos,
Yo con mi propiedad
y vos con un arma tal vez.
Te imaginaba como un reflejo, enfrentados
pero sin poder distinguir en cuál cuerpo estaba.
Si poseía o ansiaba poseer.
Si arriesgaba por obtener o por conservar.
Y si tenía sentido todo aquello.
Pero sólo imaginaba.
Y te imaginaba como un reflejo, enfrentados.

gadsy / malva gris. 

miércoles, 20 de marzo de 2013

La muerte es.

La muerte no es justa ni injusta.
La muerte simplemente es.
Parte de la vida es.
La última parte, la indiscutible.
La menos falaz, la definitiva.
Inapelable.
Irreversible.
Insondable.
La muerte no tiene moral.
No sabe de buenos ni de malos.
Sabe de azar.
Es, simplemente.
Y es, sin ningún lugar a dudas.
Te arranca el amor,
te arranca la carne,
los hijos de arranca,
los amigos, los padres.

Aparece de golpe o se gesta.
Se anuncia o se hace presente de improviso.
Nada puede reprochársele.
La muerte es, y por derecho propio
se lleva aquello cuya zarpa apenas roza.
Nada es propio frente a ella.
Nadie es dueño
de ninguna versión del mundo
de ninguna semblanza del amor o del odio
cuando indiscutible 
se planta y sin reclamar arrebata el aliento.
Nadie puede adueñarse de ella.
Desobediente,
impertinente
no escucha súplicas
ni se conmueve.
Tarde o temprano se lleva consigo
a las múltiples víctimas,
y a sus verdugos.
A los muchos testigos negados o confesos.
Ajena a la justicia, es.
Ráfaga de hiel,
cuchillada de arena. 
No es justa ni injusta.
No conoce ni se ocupa
de las inútiles categorías
que nuestra humanidad concibe
como obra propia
sus más preciadas leyes.
Las torpes leyes del mérito.
Del merecer otra vida
o infinitas y dolorosas muertes
como prometeos sumergidos en pesadillas sin despertares.
La muerte no es justa ni injusta.
La muerte simplemente es.
El último grano de arena es.

gadsy / malva gris.


sábado, 16 de marzo de 2013

Yo emergiendo del abuso

Dedicado a las mujeres abusadas, maltratadas, que no bajan los brazos.

Yo emergiendo del abuso
musculatura, coraza, coraje me hice.
Nadie más podrá amedrentarme:
te llevaré de paseo al infierno conmigo
para que no me olvides
en la eterna hoguera de los desesperados.
Ya no soy frágil.
La virginidad de los cristales
no me define.
Ungida por el dolor
armada por la supervivencia
no me verás suplicante.
No busco tu lástima.
Porque yo emergiendo del maltrato
roble, ombú, quebracho me hice.
Pródiga de vida
lo que tengo para ofrecer es lucha.
Y mi lucha será a la vez
arma de los más débiles
que dejaré ampararse bajo mis alas.
Alas que torpemente recién me alzan en vuelo
y azotan el aire
como caricias de afiladas garras.
Sí, esto soy ahora.
Ni frágil, ni aguardante de tu tutela.
Soy el mejor soldado de las banderas de las bases.
Del movimiento bullente
horizontal
de las carencias.
Esa soy.
Carne de cañón
de la vida a medida de los otros
en un frente en donde otras como yo ya habían perdido,
yo, no caeré vencida.
Yo emergiendo de la brutalidad
de haber competido en fuerza con los hombres
para la conquista del pan de cada día.
Yo que estibé como el más fuerte
como Ulises,
como Sansón,
como Hércules,
soy columna, soy templo de la fuerza
que conquisté esquivando los hachazos de las privaciones.
No tengo de qué arrepentirme.
Yo emergiendo de la vergüenza
mi mayor orgullo es esto que estoy siendo.
Soy mi orgullo,
el haber podido ser pese a toda oposición
y eso ofrezco,
ese es mi tributo y mi agradecimiento.
Yo emergiendo del oprobio
ni vergüenza ni arrepentimientos cargaré conmigo.
Mi ritmo será el ritmo de los míos
y mi marcha será la marcha de nuestros destinos.


gadsy / malva gris.

miércoles, 6 de marzo de 2013

No entiendo de altares.

No entiendo de altares, es cierto.
No entiendo que alguien crea
(siente,
acepte)
a otro por encima o por debajo.
¿No hablamos acaso de huesos?
¿Músculos, tendones?
¿Sonrisas, lágrimas,
tal vez ideas?
Yo no entiendo que aún se levanten altares.
Sí la admiración
(nunca incondicional)
inspirada por alguna sorpresiva maravilla
la complicidad de las ideas
o la simpatía.
Sí la tristeza
el lamento tal vez,
con mesura.

(La muerte también merece su respeto
más allá del muerto.
La muerte que puso plazo a los días
de acción o dejadez,
también merece la discreción y el silencio.
Su trabajo de renovación fecunda
de siega pertinaz
humilde balanza,
aunque nos deje la ausencia y la abstinencia
es igual de respetable.
A veces cruel, otras bendita.)

Pero no me hablen de altares.
Ni a dioses ni a personas.
Sí el homenaje íntimo,
(una canción,
un poema)
pero jamás entronizando a través de las mentiras,
un ser áureo
pura fantasía
confeccionado a medida
para hacernos títeres
de alguna mascarada
que oculta realidades innombrables.

Nunca un ídolo.
Un hombre, cualquier hombre,
cuyo nombre evoque
la vibración con que me atravesó tal vez
su idea.
Sólo eso.
Hombres y mujeres nomás,
más como ellos,
sin caballos ni bronces.
Con aristas simples
y algún filo luminoso
con el cual cortar el alma
y dejar la hendija
por donde su porción de luz
deje expuesta la carne.
Profunda.

(Lamento que mi ignorancia impida
que admire a los grandes próceres de la Historia,
acreedores de miles o millones de vidas,
y tal vez sí,
a un escritor,
una actriz
o un cantante.
Tal vez mi espíritu sea demasiado pequeño
para concebir tamañas grandezas).

Tal vez me falta inteligencia
para entender en qué unos puedan superar a otros,
o qué beneficio pueda hacer la diferencia.
Tal vez me falla la ambición de trascendencia
y no veo un hombre cuando veo un busto
veo sólo un trozo de roca o metal
con bellas formas.
Tal vez veo más las manos constructoras
que el nombre en el frontispicio de un mausoleo.
Tal vez me falta agudeza para entender de símbolos
que justifiquen un mito
y toda la miseria que he sabido que acarrea.
Tal vez me duele demasiado el dolor
y la dicha en cambio se me hace volcán
rayo
flecha.
Y no entiendo qué altar podría sostener una llama
de tan fugaz y fulminante.

No entiendo de altares, es cierto.
No entiendo de líderes,
de héroes
de próceres.
Y no quiero empezar a entender tampoco.

gadsy / malva gris.

lunes, 4 de marzo de 2013

A veces pienso tus palabras.

(Dedicado a alguien que no conozco pero con quien discuto -en grupo- de vez en cuando)
 
A veces pienso tus palabras
un laberinto inocente
un fatigoso intento de imponer tu argumento
aun renunciado,
aun a todas luces descubierto falaz,
torpe,
infecundo,
pese a saberlo errado,
intentando el descrédito
bordado de filosofía
de una seguidilla armoniosa de palabras indiscutibles.
Pero es entonces que las escucho huecas
vacías como un eco de ideas viejas.

Otras, creo notar que traen tempestades,
no las mías,
no mis naufragios
y un resentimiento que se te adivina
ante la posibilidad,
imaginaria,
de no tener razón,
de haber revelado alguna especulación
puramente intelectual y sin fundamento
o descubrir tu ingenuidad negada.

Yo no sé si tengo razón.
No me importa.
Yo tengo creencias.

Qué importancia podrían tener las razones
si las abandono sin malicia y sin constancia
lábil
fértil
con dolor a veces
sin pena otras.

Por eso no te respondo.
Por eso renuncio.
Por eso a veces desando mis argumentos.
¿Para qué importunarnos?

En cambio las creencias
(debo confesar)
se han fortalecido
y a veces las razones
no saben explicarlas.
Son incompletas,
carecen de conocimientos y causas
que tal vez habitan, sí, en otros.
No en mí.
No me preocupa esperarlas.

No intentaré responderte entonces.
Cuando el hilo de oro vibra hasta romperse
no importa qué palabras arrojemos al abismo:
ninguna podrá alcanzarnos.

gadsy / malva gris.

Nunca.

Nunca, tal vez,
pueda completar la idea que me explique.
Nunca, quizá
una idea me explique completamente.
Si una decena de palabras
alguna vez me definiera
si finalmente me sintiera completada
por un puñado de letras
que el azar o la razón combinara,
si ocurriera, decía,
que una frase realizara el significado de mi esencia
tal vez ya no tendría sentido la vida.
Acaso fuera la señal del último día.

gadsy / malva gris.

domingo, 3 de marzo de 2013

El espejo en mí.

Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro 
paredes de la alcoba hay un espejo, 
ya no estoy solo. #LosEspejos

Te veo y me reconozco
en el negativo
en la arista
en una señal
en mis anédotas
o en lo que me faltó vivir.
Pero ahí me veo:
en la forma de verte. 

Cuando te escucho
me escucho.
Escucho mi aprobación
escucho mi disgusto, 
mis juicios.
Porque también tus palabras
pueden ser disonantes con mi propia voz.
Y en esa disonancia
también me escucho.

Veo tu recelo
tus reclamos
tu celebración
tus declaraciones de dicha.
Y me veo a mí misma
también entonces.

Será que somos 
versiones distintas 
de la misma idea.

Qué mejor cristal que la mirada
qué mejor espejo 
que el que mi alma inquisidora improvisa
cuando te veo
cuando te escucho.

gadsy / malva gris.

Tan.

¿Tan poderosa puede ser
la sola acción
de una persona simple
que es necesario limitarla
prohibirla
condicionarla
desalentarla
por escrito
por cientos de personas
luego de innúmeras disertaciones
multitud de borradores
miríada de correcciones?
¿Tan peligrosas pueden ser
las pequeñas iniciativas
de una persona regular
que amenace la idea
impuesta
labrada a repeticiones
en las cabezas
aun en contra de toda evidencia,
que es indispensable aplastarla
bajo toneladas de códigos y procedimientos
el famoso peso de la Ley?
¿Tanto es?
¿Tanta fuerza tiene?
¿Tan alta se puede erigir
la razón o el enojo
que es necesario sepultarla
bajo una montaña de considerandos
antes de ser concebida siquiera
en una fantasía fugaz
breve
como el ocio de cualquier persona
que fatiga sus días sobreviviendo apenas?

gadsy / malva gris.

Repito.

Repito los mandamientos
para no ver la realidad de quien tengo enfrente.
Llevo mis ojos al cielo
y los saco de la tierra.
Miro un altar
para poder ignorar a quien pasa a mi lado.
Pienso en el prójimo,
esa abstracción objeto de compasión
que está por debajo de mí,
y no en el otro
reflejo de mí misma
que está justo enfrente.

Repito la ley
y delimito los derechos
a la letra ignorante de las personas.
Y leo palabras escritas hace décadas
por quienes no pudieron o no quisieron
imaginar sus consecuencias.
Pero repito obediente
y digo está mal no cumplir
sin salirme del renglón
sin permitirme concebir siquiera
que tal vez sobre
tanta declaración
tanta garantía.

Espío de lejos otras realidades
y digo
qué mal
qué decadencia
ignorar la virtud
la caridad
la ley.
Cuidando de no que no se me vea la soberbia
con humilde severidad virtuosa,
repito
dónde están los valores
se perdió el respeto,
pero juzgo, creo y condeno arrogante,
y pienso "infelices"
y pienso "réprobos"
y pienso "delincuentes".

A la noche soñaré tal vez
con miradas torvas
o mi imagen en el espejo
el semblante de la miseria
y el desprecio.

gadsy / malva gris.

sábado, 2 de marzo de 2013

Dueños.

Tal vez soy de los que se creen 
dueños de la naturaleza.
Tal vez me piense con derecho 
ingenua o impunemente
a disponer de los árboles
de los mares y sus peces
de los cerros y sus arroyos
de otros animales y sus crías.
Tal vez creo que son míos, 
como mi mano o mi lengua.
Pero si no domino ni mi mano ni mi lengua, 
¿que ilusión es ésta de poseerla?
¿que pretensión absurda es, de dominarla? 
Apenas huésped
importuna. 
Una invasora
sin invitación
ni mesura.
Una predadora bastante necia
que cree en su ingenio más que en el equilibrio
y la necesariedad.  

gadsy/malva gris