basta escuchar el barullo de los pájaros
de regreso a casa,
basta sentir tus manos,
para entender qué es la realidad.
Y basta caminar las calles,
mezclarse entre la gente,
anónima,
espectadora,
curiosa,
fagocitando pasivamente
los colores y las formas,
los rasgos y los ademanes,
las luces y las sombras,
los árboles
los muros,
los adoquines
la gente pasando
ocupada en sus asuntos,
conversando
discutiendo,
deteniéndose en las vidrieras
entrando o saliendo
de puertas de madera
de metal
de vidrio,
para alienarme.
Devoro el mundo
y el mundo me devora.
Me fundo en los vapores urbanos
me disuelvo en ladridos
reclamos de gorriones
o chillidos de chimangos.
Me amalgamo en los cuerpos de los otros
en los ladrillos
las baldosas
las persianas
los semáforos.
Y esa realidad se me hace tan propia
que la ajena pasa a ser la otra
la de mi casa.
Pero basta que tus manos
me alcancen
para volver a la realidad
la original
la propia
la que me hizo ésta,
tan huidiza
tan inestable.
gadsy/malva gris.