miércoles, 25 de septiembre de 2013

Nuestros niños.

Nuestros niños floreciendo,
sabremos cortarlos
unos así, otros más largos
y haremos un hermoso bouquet
que adorne estéticamente la mesa del festín del mundo.
No estamos invitados.
Nunca lo estamos.
Pero presurosos ofrendamos nuestras flores.
Como si eso fuera a redimirnos.
Los preparamos.
Les enseñamos torpemente a agradar
a ser aceptados
a que no desentonen
a que no irriten al mundo
tan dadivoso a veces
tan esquivo otras
tan caprichoso siempre
pensando que así será menos doloroso.
Y no lo es.
Nuestras tiernas flores.
Ni mejores ni peores.
Las que podemos ofrecer.
Sus días serán de trabajo y frustración
o de superficialidad y agasajos vacuos.
Haremos pagar a ellos el precio de vivir
que nosotros hemos aprendido a pagar puntualmente
hora a hora.
Y que no podremos evitarles.
No los dejaremos resistir
sólo diferenciarse como indiquen las modas.
Y tampoco los dejaremos morir.
Como corresponde.

gadsy / malva gris.

Cancion para los hombres tristes.


Desde la cuna adentro.
Adentro de la cuna el bebé.
Custodiando la puerta un cíclope rojo.
La madre se acerca a la cuna
y el niño adivina que es una ficción
y obedece al cíclope que sólo él ve.
Inútiles las caricias inundan su cuerpo.
Alguien controla la puerta,
y él sabe que a pesar de los senos
que llenan su boca de leche, como a otros niños
un día va a ser cíclope.
E intuye las lágrimas espesas
que caerán de su sólo ojo,
como ahora cae de su cíclope
que gime torciendo su cabeza,
porque sabe del niño y su desdicha.

Doris Noche

(una amiga de Malva Gris)

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Reincidencias.

No puedo evitar volver cada tanto
y en cualquier papel
cualquier pantalla
arrepentirme de mis huidas.
volviendo.

He engañado tantas veces a tanta gente.

Me han creído inteligente,
incapaz también,
terca y dócil, simultáneamente,
me han acusado falsamente
de mansedumbre y de rebeldía,
me han atribuito talentos que no poseo
mejores intenciones o peores
logros que no son míos
metas casuales,
errores que no he cometido,
pero la imagen de mí que veo en los demás
no es la de mi espejo.

Es, entonces, una suerte de engaño.
Y entonces debo huir.

Huir de las responsabilidades
cuando me creen responsable.
Huir de la pereza
cuando me creen perezosa.
Decir tonteras
cuando me creen inteligente.
Caer en salidas rápidas e ingeniosas
cuando me piensan tonta.
Equivocarme cuando vengo acertando,
acertar cuando acostumbro equivocarme.
Necesito huir para redimirme del engaño.
Y huyo también de las palabras
cuando las palabras se adueñan de mí
y dicen más de lo que pienso y siento,
cuando se regodean en la gula
de lo exquisito del goce del ritmo y del lenguaje
olvidándose, en cambio,
de la verdad y del mensaje.

Pero no puedo evitar volver cada tanto
e intentar vanamente ser escuchada
no por lo que siento que debo decir,
no por la verdad ni por la certeza,
no por el arte ni por la memoria,
sólo por la voz,
por dar testimonio de tener una voz,
que perdida en el viento
en el papel o las tecnologías
es como el aliento,
como el alma,
inevitable e inimputable.

gadsy / malva gris.