martes, 19 de noviembre de 2013

Otra vez violeta el cielo.

Otra vez violeta el cielo
bordado de racimos
de nubecitas
(aquí y allá)
de amatistas.
Ay el cielo
cómo no se las lleva
y las deja caer
tan displicente.
Yo las veo y quiero saltar
y bailar entre las flores cayendo
y dejarme elevar hasta las ramas
por la brisa,
diminuta y leve
como una abeja,
y sorprenderme de golpe en sus pequeñas cuevas.
¿Cómo se verá el sol desde dentro?
¿cómo será caminar por los estambres?
¿Cómo será, trémula, desprenderse con la flor
y desmayarse
girando largamente
hasta quedar boquiabierta
sobre el piso mirando el cielo?

gadsy/malva gris.

jueves, 7 de noviembre de 2013

No quiero decir.

No quiero decir delincuente,
vago,
ignorante.
No. No quiero decirlo impensadamente.
No con un gesto agrio
surcado de arrugas
que no se explican por los años.
No.
No quiero.

En algún caso inocente tal vez
por ejemplo,
una caricia,
de negada, delincuente.

Una mirada robada
de tanto hábito delincuente.

Un recuerdo vago,
un pensamiento errante en mi historia.

Un andar taciturno en la noche,
vago en la niebla.

Un sentimiento ignorante de los límites,
yo misma tal vez,
ignorante de los hechos,
o las destrezas mínimas del oficio
o secretos de los otros.

No quiero tampoco decir patria
no quiero decir nacional
ni frontera.
No quiero tener que ver con banderas
con símbolos
de supuestos orgullos o vergüenzas.
No quiero inflamarme 
con promesas y juramentos
que me puedan poner del lado de la violencia.
imponiéndola o sufriéndola
reclamándola o justificándola.

Ya demasiada decepción me ha lastimado.
Saber de las vidas malogradas,
en los días malgastados en emociones inútiles
que se escurren en bandos,
en divisiones,
que agotan los díasy en algunos casos traen la enfermedad, el dolor y la muerte.

No quiero decir dar la vida,
ganar o morir
no quiero decir gloria
no quiero decir triunfo
no quiero decir vencedor.
No quiero escudarme
al arbitrio de unos pocos
causando dolor
por capricho
por buenas y excelentes razones.
No me interesa saber de esa excelencia.
No entiendo ese tipo de excelencia
que reduce a la categoría de número o de cosa
a personas
a animales
al agua
al alimento
al techo
al cielo
al horizonte.

No quiero decir moral
no quiero decir ley.
Si está tan claro ya
de dónde provienen.
Si ya sé para qué se hacen.
Ya he visto lo que es negociar intereses
qué satisfechos los políticos
vanagloriándose de la mitad
de lo que podrían haber logrado
sin tantas argucias.
Ya sé cómo paren leyes.
Cómo sobreactúan loables motivos
que inflaman los corazones
las nobles tradiciones
los excelsos valores
inventando el bien
el único bien
y el buen pensar.
Incuestionable, la ley,
como Dios.

No hay forma luego
de pensar de otro modo
la misma realidad que antes era diversa y generosa
se torna estéril y mezquina.

Y no quiero decir tampoco Dios.
No quiero decir Iglesia,
porque ya no creo en jerarquías
ni en verdades como fábulas.
No quiero repetir la descripción de un Dios
que justifica una versión imposible del amor caprichoso y cruel
y que no se parece a ninguna persona admirable que haya conocido.

Prefiero la misteriosa simplicidad del amanecer,
del impulso mágico dar la mano,
de la humedad untuosa de la lágrima o el beso.

No quiero decir bendición
como algo que sólo pueden dar algunos
a ciertos elegidos que se someten a la mano que bendice.
Y no quiero decir bienaventurados los pobres
los que padecen
sea hambre, sea justicia.
¿Qué bienaventuranza puede haber en el abuso?
Porque tampoco quiero decir ofrecer la otra mejilla,
no veo mérito en pedir doble castigo
cuando el primero ya era inmerecido.

Y no quiero decir merecer
no quiero decir defender o reclamar derechos.
Porque no quiero decir derechos,
como lo pedido servilmente y otorgado
negado o postergado
por la daga de las palabras
de algunos ilustrados.

No quiero decir
sin cuidado
estas cosas,
porque me lastiman.

Si alguna vez fui cómplice de estas palabras
espero no haber malherido el aire
y haber lastimado o sometido a mi necedad
a nadie.


gadsy / malva gris.