martes, 18 de diciembre de 2012

Tarde tal vez.

(A Chris)

Tarde tal vez llegan las respuestas.
O tal vez son preguntas apenas.
Cómo olvidar decirte que el hombre aprende equivocándose.
Que aprende ensayando nuevos caminos.
Retrocediendo a algún punto
en donde alguna decisión fue tomada
y avanzando en otra dirección.
Probando una y otra vez distintos finales
para historias similares.
Y que la humanidad toda ella
ha seguido también un curso,
errático, reiterándose por momentos,
y que algo debe haber aprendido
de tantos siglos equivocándose.
La ciencia ha dado respuestas
y se ha contradicho
ha retrocedido e interpretado de otra forma
los mismos hechos.
El arte ha indagado
los mismos miedos del hombre
y una y otra vez
y no deja de exorcisar fantasmas
con distintos ritos.
¿No es acaso el tiempo de replantearse
aquello que nos ha estancado?
¿Aquello de lo que reclamamos
un regreso equivocado
porque sólo en el imaginario ha existido?
Hoy tenemos tantas palabras sofisticadas
para explicar el mundo.
¿Acaso no es hora de replantear los fundamentos?
Aquello que nos definió como distintos
sin serlo.
Las condiciones de las madres
que nos paren con ventajas o disminuidos.
Y las jaulas que encierran nuestras cabezas
que nos hacen crecer débiles y temerosos.
El miedo ancestral a nuestros propios monstruos
imaginándolos fuera, cuando crecen y prosperan dentro.
A los dioses.
A la muerte.
¿De dónde provienen los males?
De algún error inadvertido.
En algún momento olvidamos retroceder y tomar otro camino.
O no vimos el error
o confiamos en la magia del milagro.
O avanzamos tanto que ya no supimos
deshacer los pasos equivocados
y los cubrimos con miedos inventados
para no reconocerlos.
Avergonzados.
Si la ciencia hubiera pensado que todo estaba dicho
y que el saber estaba bien como estaba
hace diez siglos, o hace uno,
porque siempre había sido así,
otro sería el mundo.
Desafiar a los viejos demonios.
¿No será hora de atraversar otros umbrales?
Cuando la humanidad era joven
la inmensidad del tiempo lo sobrecogió
y buscó refugio en algún mito.
Pero ha crecido.
¿Acaso no pide la humanidad entera
otra versión de la Historia?
¿Acaso las madres han dejado alguna vez
de clamar por sus hijos?
Tal vez, cuando el hombre no era fecundo en técnicas
ensayó un guión posible para su dilema.
Pensó tal vez, que era la única historia
porque no conocía otras.
¿Por qué entonces, no retroceder,
a aquellos fundamentos que, diligentes, negamos?
Un nuevo juego, otra mano,
otras reglas
otras cartas.
Otros finales.

gadsy / Malva Gris.

jueves, 6 de diciembre de 2012

La gota cae.

La gota cae.
Y en su tránsito infinito
atrapa un haz de luz
y es una estrella
el diminuto punto
como un iris
como una flecha de fuego
como un cometa.
La gota cae
y rumorosa compone el coro
de la lluvia latigando el suelo.
La gota cae
diversa
veloz o perezosa
y mis ojos la siguen
apenas una saeta adivinada
como una de tantas estrellas fugaces.
La gota cae
y dibuja arcos en algún charco.
Y como son tantas con las horas
trémula la superficie
convulsiona sin reposo
hasta que la lluvia cesa.
Tiembla
y deja de ser espejo
del cielo y los árboles
y apenas son manchas desdibujándose
y formándose azarosas
al capricho de las gotas desmayadas.
La gota cae
y su vida breve
es una aguja que nunca deja de herir el aire.

gadsy / Malva Gris

El artista.

Con su maldición a cuestas
se arrancaría los ojos
pero igual vería
perforaría sus tímpanos
pero no podría evitar escuchar
se cortaría las manos
y no podría evitar crear.
Se engaña y quiere creer
que domina sus dones.
Pero no.
Será un títere de crueles musas
odiosas criaturas tiránicas
que burlonas y caprichosas
agotaránn los días del artista.
Se engaña y quiere creer
que es un don
su maldición.
Intentará 
con mucho trabajo
ser constante
ordenado
dominar sus impulsos
no abandonarse a los arrebatos
de la inspiración
y de la decepción.
Pero se engaña
y su paraíso lo desgajará
en días desiguales
de desazones y angustias
de dolorosos partos
de un lenguaje
que pocos comprenderán.
Alguno se apiadará de él.
Tal vez aprenda
a creerse un divo, un dios, 
y ocultará sus debilidades
sus temores 
y su maldición
y será envidiado
incomprendido.
Arrastrará muchas de sus horas
sin remedio, 
con el peso del mundo
con el dolor del hombre
o su falsa alegría.
Como un payaso infortunado
con su risa grotesca
y un cínico maltrato
indisimulado,
Querrá creerse bendecido
elegido
pero no podrá abrir jamás su jaula
su grillete
jamás podrá abrir su ventana.
Se engañará
tratará de disimular su infierno
que ya conoce de sobra
desde niño
y tal vez busque terminar 
con esos tránsitos de pasión 
sus arrebatos de lujuria visionaria
que habrá gozado y padecido
incomprendido
solitario.
A su muerte
una cohorte de admiradores
y de vivillos
construirán una leyenda
prolijamente
y la leyenda creará una fortuna
que el artista ignorante
sólo cenizas o un montón de huesos
jamás habrá gozado.
Los lujos serán para ellos.
Para ellos serán los soles
y los oropeles.
Los días con su luz
y las noches con sus placeres.
Los demonios custodiarán 
la memoria del artista
y lo mantendrán ajeno
eternamente
al mito
a la fortuna
y a la gloria.

gadsy / Malva Gris

jueves, 22 de noviembre de 2012

Compañeros.

Nos imagino espalda a espalda
acechados y valientes
en medio de un combate
de alguna aventura.

Nos imagino frente a frente
escrutándonos el ánimo
o consolándonos
de nuestras pequeñas odiseas cotidianas.

Nos imagino lado a lado
las cabezas juntas
espectadores de la vida
convocados por los mismos paisajes.

Nos imagino separados
cada uno en los trabajos de sus días
inmersos en tareas
más bien ajenas.

Nos imagino fagocitándonos
intentando fundir nuestros latidos
atravesando la piel y la carne
famélicos y sedientos.

Nos imagino juntos
acompañándonos
atestiguándonos
sin normas.

gadsy / Malva Gris.

Luces del agua.

Hoy llueve como tantas otras veces.
Una lluvia calma
untuosa
que resbala por los muros
y las alambradas.
Que limpia el aire sin prisa
que rezuma su sudor lánguido y acre.
Yo veo
escurrirse de poco por los bordes
de la ventana.
Yo veo
las formas de esas lágrimas
delimitadas por la luz
que las hiere y me devuelve
otra versión del rostro del sol
ese que hoy no veo
pero adivino tras las nubes.
Las luces del agua
en las pequeñas lomas de las gotas
en los vidrios
los múltiples vidrios que me separan
de otro mundo
con otros sonidos
otros alientos.
Las ventanas
por donde veo el otro mundo
mucho más grande que el propio
donde ocurren y concurren
otras vidas.
Allí, como intentando un vano rescate
de mi realidad diminuta
impactadas en su agonía
las lágrimas del aire
del techo del mundo
inmóviles en los vidrios
espectantes y asombradas perecen.
O no.
Y son diamantes o perlas
atravesadas por la luz
como un hechizo
como una flecha.
Como acorraladas de espaldas a las ventanas
tal vez.
O no.
Simples mensajeras.
Me traen la luz
me dicen testimonio de la luz
adivinada.

gadsy / Malva Gris.

La mañana.

Aún el sol no nos traspasa con sus rayos
de luz
de fuego.
Aún apenas se insinúa
en un reflejo
claridad perezosa
parte aún del sueño.
La vigilia en esas horas silencionsas
me arrancan y me roban.
El silencio.
Saber que estoy presenciando
lo que muchos en su sueño ignoran.
El silencio de las cosas.
El canto de los pájaros,
sus llamados
antes
del reclamo enojado de los pichones hambrientos.
Algunos perros ladradores
un rumor apenas desde las calles
aún respetuoso.
Y la ausencia de los vecinos
aún durmiendo.
Aún puedo escuchar los sonidos
porque son pocos y definidos
aún la ciudad con su parloteo enloquecido
no me confunde
no me asedia.
La mañana,
el momento en que las cosas se dejan ver
por primera vez cada día.
El instante en que el sol
todavía gentil
se trepa a los árboles y los edificios.
Derrite tibieza apenas
inventa el rocío
y compite con la brisa por el aire.
En cualquier momento concluye.
Se rompe el pacto de gentileza.
Las voces se elevan
de las aves
los autos
las tazas
las puertas
las radios
con sus medias verdades
sus medias mentiras.
Y yo aquí
apenas ameneciendo.

gadsy / Malva Gris

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Los jacarandás.

Nubes violetas
posando en estacas casi grises
casi tostadas.
Otras nubes
en un cielo más bajo.
Más apropiado para nuestras ambiciones.
Sólo estirarse
como cuando niños
y sentir que están ahí nomás
que son posibles.

Y el suelo...
regado de pequeños copos
como de nieve
pero reflejo de algún capricho imperial
muy ligeras
tapiz de lágrimas barrocas
blandas como plumas.

Es como un milagro
como estar en el cielo
pero de fantasía
pintado por niños felices
cuando decretan otros colores a las cosas
caprichosamente
despreocupadamente
para mostrar cuán libres son
de reflejar el mundo a su manera.

Los jóvenes troncos cenicientos
levemente amarronados
con sus reflejos de plata a mediodía
al sol calcíneo
con sus brazos trémulos
sosteniendo la lluvia imposible
de resbaladiza
ante la brisa provocadora.

Caerán igual
como volados
como puntillas
de alguna mantilla tejida con arte
por legendarias manos piadosas
o instintivas arañas
ajenas a la bondad
y a la maldad
esas categorías
inútiles y serviles de los hombres.

Igual así bordan nubes
despreocupadas
ignorantes de los edificios
los autos
las personas enojadas
yendo y viniendo en sus urgencias vanas.

Y las regalan.
No por obsequiar a nadie
sino por pródigas,
como a quien le nacen pájaros en la voz
y se les escapan caricias de las manos.


gadsy / Malva Gris.


Brisa.

Susurra en las hojas
mece las ramas
temblorosas 
elevándose
rasgando el aire.
Aire de brisa.
Y la brisa tiembla
y es un trémolo de hojas
gimiendo leves.
El aire herido
la brisa fragante
de savia
de ave.
Una hoja 
se hace navaja
y tajea el aire
(la brisa invisible)
y vibra
como una cuerda
herida de rocío
y su llanto es caricia
y danza
en las hojas.
Y caracolea
y solloza
pero vuelve
y envuelve la rama.
Se lastima
y no huye,
se queda,
remolona,
acariciante.
Es un romance difícil.
Tarde
se diluye
perdidamente 
en suspiros.
   

gadsy / Malva Grsi

martes, 20 de noviembre de 2012

Vanidad.

Otras veces pensé que eran tan importantes
los mínimos trazos
de mi paso circunstancial por alguna oficina.
Los pedidos, los números, las teclas,
las cuentas, los balances.
Los libros copiadores.
El apuro,
el temor a las sanciones.
El tiempo perdido.

La urgencia y la importancia
categorías de la vanidad.


Nuestras vidas resultan finalmente tan cortas,
indistinguibles en la historia del universo.
Y nuestro pensamiento,
un poco de fantasía y otro de subjetividad
una pizca apenas de lo real
(que siempre nos espía detrás de una cortina
que mantenemos prolijamente en su lugar).

Sin la menor permanencia.

Estas palabras que hoy escribo
son nada.
Y nada serán.
Morirán conmigo
o mucho antes.

Y aunque me sobrevivieran,
las personas apenas chispas son
consumiéndose en el aire.

Las civilizaciones,
llamas cansinas en medio de una tormenta.

Y nosotros con nuestras pretensiones
seres minúsculos
enojados con quienes nos despojan.
Tan diminutos
que vistos desde lejos nos vemos curiosos
con nuestras prepotencias cotidianas
irrelevantes.

Los años que nos parecen tan largos
pasan arrasados por los milenios.
Y medramos en palabras y en imperios
en ejércitos
en libros.

Anécdotas, eso somos.

Algunos nos recordarán tal vez mirando una foto
brevemente.
El olvido luego
se hará cargo de nuestros inmemorables días.

gadsy/Malva Gris

jueves, 15 de noviembre de 2012

Me doy cuenta.

Me doy cuenta.
¿Y qué hago con eso?
¿Acaso los que me precedieron
en este despertar
en este abrir los ojos
en este caer en la cuenta
de la complicidad involuntaria
de la ignorancia
del no querer (tal vez) enterarse,
acaso ellos
no habrán querido también
sentirse autores
de esas ideas?
Haberlas descubierto
(no importa cuándo)
por el propio elucubrar
(una y otra vez)
sin cátedras
sin entrevistas
sólo pensando
desenchando
y volviendo a pensar
y poniéndose en otro lugar,
¿acaso eso no es igual de meritorio?
Haber dedicado esas horas,
durante años
y llegar todos nosotros a lo mismo.
Y descubrir a otros diciendo las mismas cosas
y sin haber tenido el beneficio de la oficialidad,
de la idea difundida,
sino por el contrario,
de la idea subversiva, oculta, escondida.
Todos, descubrir de a poco,
que nos hemos pensado locos
equivocados
sin entender qué había de malo con nosotros
que no encajábamos
que repetíamos, industriosos, obedientes,
el buen pensar,
y con cada repetición
la rebelión creciendo dentro
gritando:
¡no, no es así!
Cuando descubro mis palabras en los libros
en panfletos
cuando veo mis pensamientos
los que oculté con vergüenza
los que mentí no creeer
los que no me atreví a aceptar propios,
un suspiro de alivio
y también de dolor
porque entonces tal vez no es un error
y no es inocente que sean así
y nos encierren en un futuro cada vez más indiferente
más negador.
Me doy cuenta
que he descubierto lo mismo que otros
y que late en mí como en otros miles
o millones
esas ideas virulentas
sagaces tal vez
clarificadas
como dos en millones de ojos
escrutadores y testigos
pero demasiado pocos
como para cambiar el rumbo.
El mundo.
El futuro como aurora mágica
en nuestras ilusiones
tal vez vanas.
Me doy cuenta
y cada día habrá algún otro
que también finalmente vea
sepa
presienta
descubra y sienta el triunfo
de la verdad
por sobre las mentiras
sostenidas por milenios
por complicidades.
Y qué con darse cuenta.
Y qué con darme cuenta
de que somos tantos y tan pocos
que ni sabemos quiénes
que ocupados trabajamos
para agotar nuestros días inútilmente.
Me doy cuenta,
y la aurora se apaga de mi sueño
se nubla
se diluye.
Somos tantos y tan pocos.
Me doy cuenta.

gadsy / Malva Gris.

martes, 6 de noviembre de 2012

Sin regreso.

Hay pasos que no pueden darse.
Pasos que atraviesan umbrales. 
Umbrales que separan eras.
Un pie en el antes
y otro en el después.
Un lugar común, 
un lugar cierto.
La línea que divide la civilización y la barbarie.
El respeto de la insolencia.
La confianza del abuso.
La audacia del crimen.
Esos pasos que rompen morales
no verdaderas
pero aceptadas.
Que nadie cuestionaría 
sólo por no tener que andar dando explicaciones
tan largas.
Y a mí qué si no te importan mis motivos,
(Un poco me importa
pero tampoco tanto).
Igual soy libre antes que todo, 
libre incluso de traicionarme
y decidir no dar el bendito paso
que me arroje a la costa rocosa
de la pregunta radical
esa que deja los ceños ajados 
y los labios fruncidos
y te golpea una y otra vez con la condena muda
con la mirada cargada de puñales.
Igual soy libre,
libre de sentirme el patito feo
por pensar o sentir distinto
por no verme ganadora
como en la publicidad
por no contar una historia de éxito
cuando me encuentro con quien hace diez años que no veo.
O más, 
a esta altura, bastante más.
Igual soy libre, 
antes que mujer, 
que profesional, 
artista, hija.
(¿A quién le digo esto?, 
¿cuándo hice valer mi condición de libre?).
Libre, sí, cuando me resigno a perder tu estima, 
tu reconocimiento
por tener terceras ideas siempre.
Ahí la ejerzo. 
Pero igual hay pasos que no pueden darse,
porque te arrancan del mundo, 
de la moral del mundo, 
ese código de barras que dice tu precio. 
Mi precio. 
Mi precio para no dar el paso.

gadsy / Malva Gris

lunes, 5 de noviembre de 2012

Azar y voluntad.

Nadie es inocente.
Incluso cada uno es a su manera
un conspirador
un traidor
un héroe.
Quién que no ha creído en algo,
no ha intentado (aun fútilmente)
convencer
iluminar
contribuir
con artilugios
o gestas incomprendidas
trampas descubiertas
condenadas incluso
demonizadas.
Quién no ha intentado
alguna vez
la manipulación
ocultando lo inconveniente
lo dudoso
postergarlo secretamente
improvisar o planear mentiras.
Quién no ha guardado esos secretos.
Quién no ha comprendido la estrategia del otro
y la ha protegido
o por el contrario,
no ha intentado denunciarla
con rumores o a voces
a las personas correctas
o equivocadas.
Nadie es inocente.
Todos somos conspiradores
inexpertos casi siempre
efectivos casi nunca.
Por eso no creemos en las conspiraciones
de los que realmente son eficaces en el engaño.
¿Son mejores acaso ellos que nosotros
que toda la vida mentimos con suerte dispar,
en el arte del engaño y la estrategia?
Nosotros que planeamos nuestra vida
desde niños
y fracasamos.
Que no pudimos sostener nuestros sueños
y los malvendimos.
O acaso nos convencimos
de que los sueños verdaderos eran otros.
O que los sueños son para los niños.
¿Cómo podrían trazar planes
y cumplirlos implacables
si nosotros fallamos en los ideales
en los que nos iba la vida
la felicidad
el destino?
Sostenidos por mentiras
inútiles intentos de reencaminar el destino.
(Necesarias para que ese destino sea).
Nadie es inocente.
No importa qué hagamos
el destino es eso que resulta
del azar y de la voluntad.
A veces ocurre una consecuencia
y no alguna otra cosa.
Otras estalla como una provocación
lo inesperado.
Como si fuera un azar conciente de su arbitrio
y nosotros marionetas pretensiosas
remedando la danza del titiritero.
Aunque todos seamos tiriteros
además
de nuestra marioneta
la que hacemos actuar
bailar
y poner la piel y los huesos en juego,
y como en una gran subasta
imponerse a los otros
conspirando
como héroes o traidores
a una multitud de destinos,
como una trama desordenada
asimétrica
mutante.
Nadie es inocente.
Cómo engañarse
y sostenerlo.
 
gadsy / Malva Gris

Los hermanos.

Uno se mataba sin convicción pero certeramente
por uno u otro camino.
Sin pensar en la muerte como solución
sino como destino,
antes o después,
qué importa (habrá pensado),
se trata de pasar otro día
esperando que algo fugazmente cambie
para notar algo distinto
aunque tal vez se me escape
y no entienda lo que ha ocurrido
lo confunda con la vida
el ir y venir
los autos, los árboles, los semáforos
con su odiosa pretensión de permitir o impedir
tu paso
o el mío
hacia quién sabe qué
pero seguro conduciendo al final
al mismo final
todos.

Mientras el hermano
se solaza en las palabras
inventa pensamientos nuevos
se regodea en emociones
sentimientos que atan hechos
tal vez fortuitos
pero nunca casuales.
Para eso están las cosas
(habrá pensado).
E ignorante de tantas hechos
ya ocurridos o por ocurrir
escribía incidentales relaciones
entres sus recuerdos y sus acasos
ejercitando la conjetura
explicando causalidades
para otros casuales.
Todo tiene significado
(habrá pensado).
Ignorante del tránsito definitivo del hermano.

Y el uno esperando la señal
pero convirtiéndose en ella
(habrá ignorado).
El otro interpretando azares
y perdiendo la única señal que era para él.
La del hermano.

Uno muerto convirtiéndose en ese cambio
que hace despertar demasiado tarde
siendo uno más de esos avatares cotidianos
(casuales habrá pensado)
la muerte como un puñal
señal de sangre
mensaje de fatuidad
oculta en las cosas.

Cuánto de distinto habrá estado pasando
pasado por alto
perdido entre las cosas
ignorado
para ser endecha hoy
por un hermano muerto tan temprano.

Y yo estoy haciendo eso
cantando tal vez,
orando acaso a este misticismo de la palabra
y estarán ocurriendo tantas señales
que ignoraré
y algún día serán sorpresa o dolor,
ignoradas
tal vez, sin intención.

¿O siempre elegimos ignorarlas?


gadsy / Malva Gris

La Biblioteca.

Porque es biblioteca o porque es humilde
sostenida en la imposibilidad,
activa más por pasión que por necesaria,
tal vez por eso me acogió tan cálidamente.
Los relieves en las paredes cincelados por la humedad,
el aire fresco, 
ese polvo que nadie llega a limpiar 
de una semana a la otra
(una franela inmóvil desde hace veinte días
sobre el mismo libro)
y los visitantes, mientras esperan, 
tomando uno u otro libro 
y dejándolo luego en su lugar.
Las esperas son obligatorias.
El tiempo no es un enemigo
detenido en los anaqueles.
Los libros
que multiplicados en los vidrios de las puertas
como espectros
nos convierten también en libros
de nuestra historia
nuestros miedos
y nuestras promesas, 
reclaman insistentes nuestras miradas.
Y los otros
pierden su rostros y sus nombres
y son, brevemente,
por un hechizo que se celebra 
sin sacerdotes ni pitonisas,
cada uno, un ritual de reanimación
de esas criaturas misteriosas
de lomos casi siempre antiguos
y hojas ocrecidas.
Y los otros, frente a los estantes,
están para revivir todas esas palabras silenciosas.
Sólo por estar, por mirar,
por tomar y abandonarse a su follaje
y seguir las letras con interés o indiferencia
el quejido se transforma en canto
y el sortilegio se hace acto.
Luego, cuando atraviesan las puertas
son nuevamente personas,
apéndices de los más variados caprichos.
Yo observo esa danza pausada
de ritmos imposibles
mientras la espera va amputándose
segundo a segundo
y pienso en mis libros
que no cuentan con manos
que ejecuten rituales milagrosos
y me rasguña cierta tristeza
por ser carcelera de tan impensado tesoro.

gadsy / Malva Gris

miércoles, 24 de octubre de 2012

El grito.

Un grito me llega desde el pasado.

Desde la Plaza.
El grito de la madre al que le arrancan el hijo.
El grito del hijo arrancado a su madre.
El grito mudo del padre impotente.
Esclavos nuevamente.
El grito que se multiplica,
se prolonga,
se extiende y no perece con los años.
El grito del despojo más indigno.
Primero del suelo.
Después de la familia.
Finalmente de la dignidad.
Los días eran otros hasta que llegaron ellos,
a expropiarles los días.
Ya no la tierra,
la historia.
A destrozar sus familias
como quien desmenuza hojas secas en otoño.
Llegaron a apropiarse de los días futuros, 
de sus amaneceres 
con el recuerdo del amor arrancado
con sabor a clavos corroídos,
con la nostalgia del hijo robado
del dolor del puñal en el centro de la vida.
Me llega el grito,
el grito no callado,
el grito como tormenta de perversidades
a lacerar mis oídos y mi recuerdo, 
el grito prolongado de una madre tras otra,
de un hijo tras otro
en un melisma de espanto
de gargantas incendiadas
como ceibos.
Del grito que nace en la plaza
cuando fueron mercancía del abuso más despreciable e impune
de una tierra libre.
Me hierven las lágrimas en los ojos
vapor de sal
rechinar dientes de pesadilla
(de impensada pesadilla).
Una tierra libre,
soñada libre
concebida libre
regada con sangre para ser libre.
Nuevamente esclava.


Nota de gadsy / Malva Gris: dice Bayer acerca de los ranqueles luego de la Campaña del Desierto de Roca: "Si ven los diarios de enero de 1879, van a ver los avisos oficiales: “hoy entrega de indios. A toda familia de bien que lo requiera se entregará un indio varón como peón, una china como sirvienta y un chinito como mandadero”. Si ven las crónicas, “las mujeres indias lloran y pegan alaridos cuando les quitan al hijo y lo agarran en sus brazos y lo tienen contra su pecho. Hay que hacer esfuerzo para sacárselos”. Y así van restableciendo la esclavitud contra lo que establecía la Asamblea del Año XIII. "

gadsy / Malva Gris.

lunes, 22 de octubre de 2012

Trashumantes.

Payasos, troveros, bufones, payadores.
Llegan a decir sus verdades
sobre mí, sobre vos, sobre nosotros
los que nos quedamos.
Los que estamos atados
de por vida
a nuestros fútiles tesoros,
oropeles,
patrimonios del tiempo
(de los avatares de las fortunas de los otros).

Llegan y nos dicen
qué cortos son nuestros días
tan llenos de ocupaciones
preocupados como vamos
por cuidarnos de los ladrones.
Ignorantes acaso
de cómo roban quienes nos representan
y nos distraen con sus discusiones
y los beneficios que,
magnánimos,
hacen aún más pesados nuestros grilletes.

Llegan y nos muestran sus rostros pintados.
Y nos vemos ridículos en sus máscaras.
Espejos de la vergüenza
de las caras que ensayamos hora a hora
para representar nuestros personajes
esos que nos roban los instantes del placer,
esos roles
que nos hacen multifacéticos,
mentirosos, falsos, dobles,
hipócritas,
contemporizadores, negociadores,
políticamente correctos.
Esos roles que callan
en casa, en el club, en el trabajo,
en el templo, en el colegio,
en el banco, el almacén,
el vecindario,
nuestros deseos, miedos, enojos.
En la intimidad,
con los amigos, la familia, uno mismo.

Llegan y nos cantan filosofías,
nos enfrentan a Dios,
a nuestro vacío.
Desafían nuestro pensamiento único
chiquitito
que se siente seguro
con su recado, sus riendas, su bocado,
su montura y orejeras.

Llegan y le imprimen ritmo y rima
a esas preguntas que no nos hacemos.

Llegan y nos representan sus parodias
en donde estamos nosotros mismos
ridículamente atareados en nuestros trabajos.

Llegan y doblan el aire con sus gráciles figuras,
sortilegio de la gravedad,
domadores de pelotas, aros y llamas.
Señal de todo lo que no controlamos
cúmulo de nuestras renuncias.

Llegan y se llevan
nuestras monedas,
nuestros minutos
nuestra risa, nuestra admiración o nuestra vergüenza.

Y se van.

Y nos dejan.

 
gadsy / Malva Gris.

domingo, 7 de octubre de 2012

Lucio.

Yo setnía que habia en ese poema un llamado
más allá de las metáforas.
Equivocada o no, sentía su complicidad.
(No me importa saberlo)
Y el último guiño fueron Erdosain y Lucio.
Erdosain, que estaba en mi recuerdo
como el envés de Arlt,
su peor negación
la peor fingida.
No puedo evitar sentir entendimiento
hacia Erdosain, Verloc, Cal,
habitantes de las fantasías
como un grito inútil antes de morir
como un llamado a la existencia
de la llama
del último aire de un sueño asfixiado.
Malogradamente gritado.
Inútilmente vistiéndose de símbolo,
tardío,
infértil.
Esas conspiraciones contrahechas
de las novelas parlanchinas
esas que insisten en crear un sueño atropellado
cronometrado 
pero infestado de torpezas
(nuestras torpezas)
contaminado de flaquezas
(nuestras flaquezas)

con nuestros sueños mesiánicos quizá.
¡Ay Erdosain!, ¡ay, Verloc!, ¡ay, Cal!

Salvo en Lucio.
Como los bandidos de León,
esos que no reniegan de sus pequeñas maldades
arremetedoras de molinos de viento,
Lucio, insignificante,
como salido de una novela,
real, viviente,
fue bandera.
Esas nimias iniquidades
clandestinas
habilitadoras de causas nobles e innobles
desinteresadas
desestabilizadoras nomás,
confrontando las normas
sólo por incomodar
y hacer hablar a los gentiles.
Incomprendido.
Incomprensible.
Sólo por hacer y deshacer
y mostrar y demostrar
una y mil veces
cómo es, que es y será posible,
anónimamente
incomodar a los gigantes molinos de viento.
Qué Quijote este Lucio.
Con su sonrisa picara
que no sabe mentir
escudado en una causa dicha a medias
no sé si siempre verdadera
para habilitar sólo la brecha
la fisura
sólo por eso.
Y sentir el reducido, secreto y dulce sabor
de ser la astilla incrustada en la carne.
Yo sentí,
tal vez equivocada, que ese poema,
además de la melancolía y la molicie,
también me hablaba de esto.
(No me importa saberlo).

gadsy / Malva Grsi.



Tramas.

Aunque creamos estar solos
y explicar nuestro sueño o nuestra idea
a un espejo
a un papel
a una tela
a unas cuerdas,
no es así.
Somos parte de tantas tramas
en cada instante,
Tramas ondulantes como la marea
que lleva y trae a distintas orillas
ideas,
historias
perversidades y glorias.
Yo soy parte de una trama
de los que necesitan decir las mismas cosas.
Y de los que trabajan
con más o menos impulso y pasión
en su tarea.
También soy parte de la trama 
de los buscadores de utopías
que buscan indicios en las miradas
y las ideas dichas a medias por los otros.
Y de la trama de los que esperan.
También soy parte.
De la trama de los descubridores de mentiras
y sostenedores de fantasías
negadoras de la potencia humana.
De esa trama también soy parte
nudo
de una red
que se arma de nuevo
en donde se rompe
reemplazando a algún caído
o desertor de sueños
y huyendo también por momentos
replegándome
en la inacción pusilánime de los cobardes.
Y vos también sos parte de muchas tramas.
Tal vez estás buscando señales
para sentirte parte de esta trama
o de alguna otra que desarma a ésta
a lo largo de la Historia.
La misma que nos recluta anónimamente sin permiso.
Tal vez los mismos sueños nos convocan
pero a cada uno en distintas orillas.
La mía es la de la vida
la única vida
que nos obliga al goce y al encuentro
al armado de tramas plácidas
del camino compartido
hasta que la muerte nos desate.

gadsy / Malva Gris.
 

viernes, 5 de octubre de 2012

Maleable.

De qué materia tan maleable está hecho el hombre.
Abnegados maestros,
libertadores heroicos,
madres asombrosas de milagrosos días,
artistas buceadores del alma humana
científicos cirujanos de la realidad
mezclándose
apareciendo y ocultándose a la vista
de la noticia
de las epopeyas
anónimos o célebres.
Y también
mercenarios
explotadores de destinos
inescrupulosos buscadores de los límites del derecho
negadores del derecho natural
avasalladores de la dignidad
violentos de la más innombrable violencia.
Y en qué momento una persona cualquiera
da un paso para un destino u otro.
En qué momento se produce esa elección definitiva
que te deja de un lado o de otro.
No, es verdad, nada es permanente.
Ni los santos ni los demonios que nos habitan
nos inspiran cada hora de nuestra vida.
Pero sí, minuto a minuto
conspiran para que naturalicemos
la locura
la embestida
la anestesia
la complicidad.
Qué maleables somos
que no nos duelen estos pasos.
¿Acaso no caminamos sobre brasas
cada vez que elegimos ignorarnos?

gadsy / Malva Gris.

martes, 2 de octubre de 2012

Ritmos.

Nada escapa al ritmo.
El universo se dispersa o se contrae
como un latido
motor de la vida.
Así danza el universo
y nos envuelve en sus vaivenes.

Y el tiempo, 

ronda de las repeticiones
aún de aquellas
que no protagonizamos.

Los comienzos y los finales, 

engaños de la subjetividad.
Nada termina en realidad, nunca.
Todo se anuda 
con nudos fuertes o suaves
y arrastra tras de sí
las estelas
una marea
una ola.

La traza infinita 
de consecuencias
inimaginables
que un día con su presencia
importunan o redimen,
La traza desconocida
la cadena disimulada
por tantos entretenimientos
fútiles
intencionados
inocentes
perversos.

Ese ritmo de continuidades
disimuladas
que nos arrastra sin saberlo
detrás de ideas
de modas
de adhesiones y condenas.

Ese ritmo de rupturas
que nos seduce y nos brinda pausas
que justifica los virajes,
(supuestos virajes)
que nos pone de frente
a un mundo que no conocíamos.

Ese ritmo de causas

que nos dan sentido.
De palabras oídas o leídas
de teorías y escándalos
que nos sorprenden o nos anestesian.

Transidos como estamos 
de todos los ritmos,
de repeticiones, patrones, 
diálogos a lo largo de días,
meses, años, siglos, 
interlocutores que son generaciones incluso,
atravesados como estamos
de significados
así alimentamos los ritmos.

Inmersos en la danza como estamos
sin saberlo
bailamos.
Y enriquecemos la coreografía
y no somos protagonistas
jamás lo somos
lo son las generaciones, 
los siglos, 
las guerras,
las catástrofes, 
los imperios.

Ritmos ajenos
alimentados de ritmos propios, 
de nuestros latidos
respiraciones
pasos
palabras.

Nadie escapa al ritmo.

gadsy / Malva Gris.