miércoles, 26 de noviembre de 2014

Cuarentitrés (II).

Cuarentitrés (*).

¿Pero qué importa cuántos?
Uno.
Aunque fuera sólo uno.
Un silencio como ojo de tormenta.
Pero no.
Son cuarentitrés.
Cuarentitrés silencios que llaman sin palabras.
Pero dónde.
Dónde están guardadas sus voces.
Dónde resuenan mientras esperan que se apaguen.
No ven acaso que son cuarentitrés voces replicadas
por millones
en ecos cruzados de ida y vuelta
por el mundo y por los días.
Es imposible ya callarlas.

Dónde insisten inútilmente silenciarlas.
Acaso no ven que son cuarentitrés silencios multiplicados
porque cuarentitrés eran las voces.
Qué importa ahora cuáles eran sus palabras.
Cuarentitrés son en la espera.
Y oir sus voces diciendo hemos vuelto.
Dar cuarentitrés bienvenidas.
Dónde están.
Dónde están queriendo callarlas.

gadsy / malvagris.

(*) insisto en usar cuarentitrés en lugar de cuarenta y tres. Y sigo hablando de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

No soporto que las palabras se repitan.

No soporto que las palabras se repitan
línea a línea en la bajada que gotea
ideológica
disfrazada de otra cosa
reiterada hasta que no significa nada
esqueleto sonoro
hemorragia de palabras inentendibles
verborragia
diáspora de significados perdidos
irrecuperables
que no se repitan
no en esas voces sin expresión
tal iguales y militantes
como un ejército que marcha
y pisa paso de ganso los sentidos
el sentido
el sentido común
pisoteado
bajo la marcha pisoteadas las palabras
exprimidas las palabras
que eran testimonio
eran
de la vida
del dolor.
Pero se repiten y pasa esto
no comunican no dicen no conmueven
línea a línea en la bajada que gotea
para matar la ideología
cadáver pintado sobre una tela que se agita
y no asusta a nadie
noche de brujas
te hace reir.
No soporto que se repitan
a ese ritmo militante inexpresivo
justeza y métrica segundo a segundo
mismo tono
firme en la aspereza
no me conmuevo
me da tristeza, sí, de saberlas huecas
resonando encerradas las viejas cuitas
rebotando hasta apagarse
en el discurso vacío repetido
rítmicamente
firmemente
repetido repetido repetido.

gadsy / malvagris

martes, 18 de noviembre de 2014

La vida, redefinida.

Yo era acólita de la vida,
de la vida a secas.
Pero la vida hoy es tema de la Biología
no del aire, del agua, de la tierra, de los pájaros.
No de la risa, del amor, de la caricia.
No de las miradas intensas como espadas.
No de los cuerpos entrelazados hechos culebras.
Hoy la vida es un tema de la Genética.
Tiene códigos como los futbolistas,
no tiene sol, atardeceres y noches estrelladas.
No tiene niños jugando, playas y luciérnagas.
No tiene abuelos emocionados ni picnics de amigos con guitarras.
No, porque hoy la vida es cosa de quirófanos y respiradores
de drogas, de diálisis y stents,
no de paseos bajo el sol tibio
no de sapitos en el lago
no de coro de grillos, ni de perros.
Es que desde que la vida es una numeraria
de la estadística infame, falaz y ladina,
hay un todo mundo que come un pollo
porque medio mundo no lo come.
Yo  sé que de poema esto tiene poco o nada,
pero es que desde que se redefinió la vida
también lo hizo la métrica, el ritmo y la rima.
Se redefinieron el sentido y el sinsentido
tanto que justo al revés, quedaron.
Hoy ya no soy acólita de la vida a secas.
Desde que que la ciencia médica
sirve a un dios banal y materialista
sostiene el pulso y la respiración a toda costa
para ocultar que no puede ofrecer
la salud
la dignidad
el bienestar
de las mujeres, de los hombres y los niños.
Porque antes la vida yo la pensaba así: vida.
Toda una la vida.
La ahora pobre vida, redefinida.
Y ahora no.


gadsy/malva gris.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Cuarentitrés (*).

Cuarentitrés,
eran cuarentitrés corazones latiendo
cuarentitrés voces que habrán jurado amor
habrán incumplido ya alguna promesa
habrán debido faltar a alguna cita.
Cuarentitrés voces en silencio
cuarentitrés últimos latidos
clamando justicia.
Cuarentitrés últimas palabras
cuarentitrés jóvenes casi niños
cuarentitrés futuros maestros
cuarentitrés voces que se multiplicarían
en las aulas.
Claro, iban a ser cuarentitrés que no callarían.

Y vino la policía
y fueron cuarentitrés desaparecidos
que por más de treinta días
estaban en algún sitio sin rastro y sin testigos.
Cuarentitrés cuerpos inertes incinerados por un único fuego.
Cuarentitrés leños fueron y no toleraron que aún siguieran enteros.
Cuarentitrés entonces ya sin vida
fueron despedazados.
Pero ni aún así puedieron callarlos.
Y fueron cuarentitrés multiplicados silencios
arrojados al río.
La común fosa de agua que los ha bendecido
en su único lecho.
Y ahora son cuarentitrés respuestas pendientes.


[Nota: inmediatamente después de escribir esto se difundió la noticia de que los restos carbonizados arrojados al agua, no eran de los estudiantes normalistas desaparecidos de Ayotzinapa.
La pregunta es: ¿de quiénes son?]


(*) Prefiero cuarentitrés y no cuarenta y tres, si bien no está aceptado aún es cuestión de tiempo.


gadsy / malvagris


lunes, 3 de noviembre de 2014

Dolor.

No sé si este dolor
en medio del pecho
es del alma o de la cabeza.
No sé si es esta lluvia persistente
que ha lavado el aire siete días
que ha latigado con agujas de costado
que ha remolineado en las esquinas
y que ha convertido en ríos las calles
las casas en buques
y las goteras en cataratas.
Que se ha llevado alguna vida también,
como siempre que la sudestada se pone brava.
Y ha ocultado a la luna y las estrellas
detrás de un cortinado
espeso como un llanto desesperado
sin consuelo.
Pero tal vez no es la lluvia
y es el desencanto.
Saber que son superficiales ciertas coincidencias
y que tarde o temprano
me soltarán la mano
si ya no lo han hecho.
Esa falta de intento
tal vez
de discutir las diferencias,
simplemente no enfrentándolas
cuando todos sabemos que están ahí
jadeando como una fiera al acecho,
esperando yo
con la certeza de lo acabado
cuestión de tiempo nomás
y vaya a saber si me alcanza
para dejar la impronta indiscutible
de la fe detrás de las ideas
con su fuerza y su potencia
penetrando y socavando
los cimientos de barro
para arrancar briznas nuevas
en suelo limpio.
Pero tal vez no es el desencanto
ni la certeza de lo acabado
y es la violencia.
La violencia que anida en la fantasía
para dejarla fuera de la realidad.
Sí, ya sé,
y qué es la realidad
si existiera
si fuera una
si fuera la misma
y no, ya sé que no lo es,
pero por ponerle un nombre nomás,
la realidad es el terreno y el tiempo
en donde nos entendemos o nos desencontramos.
Ese lugar en donde no dejo entrar la violencia
y la pongo como una fiera encerrada en el pecho
siempre golpeando.
La violencia conocida y reprimida
la imposición del poder
la impaciencia
y el saber dónde están mis límites
y saberlos naturalmente tan lejos
y decidir acercarlos con la voluntad,
-el cercamiento volitivo de la violencia-
para preservar la convivencia
y proteger mi alma y los cuerpos de los otros
-unos de otros-
de ese vínculo casi inevitable
que se materializa entre los fuertes y los débiles.
Yo he construido desde muy niña la empatía
como armadura
para protegerme de convertirme en victimaria.
Pero tal vez no es la violenciay es mi alma enferma
que alcanzada la cúspide se desploma
hasta estrellarse en el fondo más abyecto
para saltar nuevamente a otra cima más alta
más luminosa
que todas las anteriores
para volver a saltar.
No sé qué es este dolor
con orificio de entrada el pecho
y orificio de salida la espalda
que convierte mis costillas en cuchillas
y la respiración en la presión que las hiende en la carne.
Y el corazón en carne viva, en tajadas.

gadsy / malva gris