lunes, 30 de julio de 2012

Héroes.


Trampa estúpida del hombre insensato
que necesita héroes para entender el mundo.
Para envalentonarse cobardemente.
Para delegar la tarea de salvarnos.
Yo no quiero héroes.
Rechazo la necesidad de héroes.
Son hijos bastardos de una realidad
que no quiero reconocer.
Yo sé que soy responsable.
Yo lo hago posible
con mi indiferencia
con mi día a día ordenado
con mis postergaciones.
Yo, creo los héroes
los mismos que niego
los que deploro
que entrarán en la marea tumultuosa
de la ilegalidad y los riesgos.
Por mí y por otros.
A veces nadie los pide.
A veces nadie los ve.
A veces nadie se entera.
Pero son como burbujas
de un magma bullente.
Y así también desaparecen.
Y el magma los funde nuevamente.

Malva Gris / gadsy

Como mueren las mariposas.

No puedo decir si todas las mariposas 
finalmente mueren con sus alas cerradas.
Su vida es tan corta,
que se escurre (creo yo)
a punto de emprender el último vuelo.
Pero jamás había visto 
una mariposa muerta con sus alas abiertas.
Mostrando al mundo sus formas
sus colores
su terciopelo
por última vez y para siempre.

Esta mariposa, 
la que está en mi mano
descansó tal vez antes de morir.
Quizás una conciencia muda
le arrebató el último segundo
con mil imágenes de flores
de nubes
de soles.
O hizo un último intento de batir sus alas
y la muerte la apagó en medio de su esfuerzo.

Esta mariposa,
la que está en mi mano
me deja que siga atestiguando lo que fue 
la gloria de su vuelo.
Para que no olvide
que no sólo es honor de pájaros morir de mal vuelo:
también las mariposas
mueren sorprendidas
generosas
ofrecidas
como un tributo.

Malva Gris / gadsy

NOTA: poemas agregados antes de julio del 2012.

Si bien este blog nació para no ir desparramando aquí y allá mis poemas y pasa el tiempo y no edito los libros correspondientes, agregué en el 2009 y otros años, algunos poemas de esas épocas. Algunos pertenecen a "Poemas erráticos", "Poemas de hace mucho", "Poemas de Octubre" u otros trabajos.

domingo, 29 de julio de 2012

Mi causa.


¿Cuál es mi causa?
¿Yo misma?
¿La de mi casa y mi comida?
¿La de mi familia, mis amigos, mis amores?
¿La de mi barrio, mis vecinos?
¿La de mi país, acaso?
¿De mi continente o de mi raza?
¿De mi especie?

He saltado de una a otro intentando
vanamente
inútilmente
elegir alguna.
Distrayéndome en elecciones vanas.
Arbitrariedades.
Elegir unos por encima de otros,
ignorar, atender, justificar.
Privilegiar.

Pretensiones.
Lo humano, lo racional, lo estatuido.

¿Cuál?
¿Cuál es mi causa?

En la cúspide de la confusión finalmente elijo.
Elijo el miedo.

Elijo el miedo
y me acurruco en la comodidad
de la multitud
cobarde
autocomplaciente,
y me reprocho luego,
sí que me reprocho,
desde el fondo
desde la memoria.
Porque la reconozco negada.

Desde mi sangre, desde mi piel
desde mi voz, mi llanto y mi risa,
digo la vida
digo la dignidad
por encima de otras ideas
inventadas
impuestas
sostenidas
por las pretensiosas leyes de algunos hombres,
los que legislan.

Mi causa, la que no me redime
porque nunca elijo,
la que peor milito,
la que dejo para después
después de mi almuerzo
después de mi labor
después del amor
después del encuentro.
La que no me cuenta entre sus filas
la que me tiene de testigo
de la muerte cómplice
del atropello permitido.

Mi causa.
La mancha en mi conciencia
la que lavo escribiendo
quejándome
imaginando proyectos que nunca emprendo.

Mi causa, sí,
la que yergue otros héroes y otros mártires.
Y me deja a mí
del lado de los pusilánimes.

Malva Gris / gadsy

viernes, 27 de julio de 2012

Tu abrazo.

En medio de mis dudas y mis certezas
lo único que me salva
es tu abrazo.
Me redime de las culpas
y de las glorias infaustas también.
Tu abrazo que me rescata
de mi propia cabeza
y me lleva a esa otra tierra
del suave y cotidiano rito de los cuerpos.
Lo único real.
Una danza casi,
mínima,
de la piel que me adueño
por el mismo aire que respiro.
Con tu silencio lleno de respuestas estás.
Y todo lo demás pierde sentido.


Malva Gris / gadsy

Ideas.

No es falsa modestia.
Es que no sé.
No sé si lo que pienso lo pienso yo
o lo han pensado otros por mí antes.
Saco de mi carne las ideas
las arranco con dolor
y las descubro luego en otros
nuevas
pero heredadas de los siglos del hombre.
No un artífice, no.
Millones.
Y me engaño, porque sí sé.
Millones creadores de pizcas de ideas,
millones configuradores de ideas bastardas.
Bastardas, sí.
Ninguna idea tiene apellido o linaje.
Cada hombre y cada mujer,
cada niña y cada niño
con sus sueños, sus miedos y sus pequeños descubrimientos
cada uno ha impreso su sello
lo ha grabado,
le indujo colores, sonidos,
rimas, sentencias, máximas,
las propias, las de su experticia
novel o añosa.
Los nombres son caprichos de la prensa involuntaria,
del portavoz
o de una impiadosa atribución de deshonra.
Cada palabra cargada con su historia
con su versión de la Historia
con sus matices de dolor o de triunfo
de sometimiento o de liberación.
Cada Himno.
Cada grito de libertad.
Cada símbolo de fuerza o de dominio.
Cada quien repitiendo reflejos multiplicados
en millares de rostros y de manos,
en los actos valerosos o en los indignos.
Cada uno en mí,
traspasándome,
llenándome de preguntas
intentando improvisar respuestas
que caen una tras otra,
desmayadas
revividas
certeras
insensatas.
Y aquí yo
con mis dudas.
Sin saber qué pensar
sin saber mi particella en esta sinfonía.
Soy vulnerable.
En medio de esta tormentosa vorágine de ideas
demandantes
urgentes todas
cada una con su grito
su desafío
su admonición
con su juicio y su dictamen.
Empujándome por caminos elegidos a medias.
Limitándome y abriéndome secretas puertas.
Culpable soy.
E inocente.
Mis dudas me arrojan a la horda despiadada
de las teorías.
Las voces del mundo me acuchillan.
Los gritos del dolor.
Los aullidos de la opresión.
Las retenidas risas de la manipulación.
Las mentiras,
piadosas o cómplices.
Todas ellas me desgajan con su dagas
benditas
infectas
redentoras.
Y qué haré yo aquí en medio,
tan vulnerable
sin escudos
sin excusas
sin remedio...


Malva Gris / gadsy

Las copas perdidas.

Algún día será el último que contemple
las susurrantes copas de los árboles.
Una mañana, tal vez, o una tarde
veré por última vez, mecerse en la brisa
leves,
o sacudirse furiosas,
o estarse quietas al sol
o a la luna.
Pero una vez, sí, será la última.
Y después de ese día no habrá más cabelleras
verdinegras o doradas.
No habrá más sol rasgar el entramado
de las hojas y las ramas.
O no habrá más luna imprimir de plata los perfiles.
Si algo hace que no pueda renunciar a la vida
es esa penitencia de ser testigo
sin palabras
mirada inmóvil 
de los árboles cotidianos.
Ellos verán mi última vez viéndolos
y luego me olvidarán
impunemente
yo perdiéndolos
por única vez.
Las copas perdidas
serán copas ajenas a partir de entonces.
Otros habrán heredado el don de invocarlas
con la piel y el aire que se inhala y exhala acompasado.
Otros se adueñarán de sus perfumes íntimos y probables
de sus matices y sus formas caprichosas.
Y yo habré perdido sus favores
como quien es expulsado de algún paraíso.

Malva Gris

jueves, 26 de julio de 2012

Algo habrán hecho.

Algo habrán hecho, sí,
las ingentes generaciones.
Alguna ablación en la mente,
en la moral,
en la memoria del mundo.

Algo habrán perpetrado,
sí, las multitudinarias sociedades.
Alguna amputación
en el sentido común,
en el propio sentido
en la dignidad menoscabada
reflejo del otro
de sí mismo
de la nada.
Perdida, diluida
aplastada.

Algo habrán corrompido,
las versiones sobrevivientes de la Historia,
con su magnánimo estatuto de héroes y de mártires,
inútil cosa,
cómplice conspiración
de abandonarse cómodamente
y naturalizar
y consentir
con el silencio
los horrorosos abusos de unos contra otros.

Vale más una cosa que un hombre.
Desde luego.
Una vida,
sus sentimientos,
todo lo que ha visto y ha gozado.
La libertad de elegir su próxima hora.
Todo eso vale menos que una fruta.

Y todo lo que ha sufrido.
Todo aquello bueno o malo
de lo que ha sido testigo.
Todo eso vale menos que un ladrillo.

Todo eso y aún más
todo los sueños
los más intrépidos,
los más sencillos.
Las risas, las mañanas, los saludos.
Su dignidad.
Todo eso vale menos que el oro.
Y aún cuando miles como ese
o como otros,
han pasado sus mejores horas en una mina,
prisionero de un reloj
y tal vez también de un látigo.

Ni los hijos que ofrendará al trabajo
a los impuestos
a las normas
como víctimas propiciatorias,
alcanzarán para pagar
el derecho a vivir y ser respetado.

Esclavos de todas las arbitrariedades posibles.
Eso somos.

Y está claro que algo habrán hecho.
Todos los hombres y mujeres de este mundo
algo habrán hecho
durante milenios.
Las mismas cosas, siempre,
habrán hecho,
para tener lo que tenemos.

Malva Gris / gadsy

miércoles, 25 de julio de 2012

Ahí.

Todo el tiempo estaban ahí
las respuestas.
Evasivas, disfrazadas
infiltradas,
las palabras.
Las muertas, desde hace siglos.
Las vivas, silenciadas.
Y años, también, frente a los ojos,
los hechos.
Contundentes,
pertinaces,
instigadores.
¿Cómo negarlos?
¿Cómo negarse?
Y siglos dentro del pecho,
la violencia.
Padecida,
disfrazada,
resignada.
Replicándose viral,
implacable.
Sometiendo destinos
únicos, irrepetibles.
Royendo utopías.
Y el tiempo ha sido cómplice.
Siempre el tiempo.
El tiempo con sus solícitos vendajes
con su niebla tumefacta,
con su ritmo imperturbable,
con su silencio impiadoso.
Y conmigo.

Malva Gris / gadsy
25-jul-12

viernes, 13 de julio de 2012

Juicios.

No te juzgo.
No te juzgo por juzgarme.
Tal vez no me entiendas o no me entiendo.
La vida es una trama infinita
inasequible
llena de círculos
de callejones sin salida
de laberintos,
que en algún momento nos vimos
tal vez,
y no nos reconocimos.
O tal vez sí
y nos reconocimos opuestos
divergentes.
Quién sabe
tal vez pensábamos o sentíamos
las mismas cosas
y aún así nos alejamos.
O por el contrario
creíamos que estábamos de acuerdo
y nos acercamos.
Y la vorágine
de esa gran bola del desierto,
enredada
envuelta
rígida y rodante
nos hizo otra rama otra hoja.
Igual seguiremos rodando
y enredándonos
con otros,
desprendiéndonos
secándonos.
Cómo juzgarte
si somos un títere apenas
del tiempo
de las circunstancias
no elegimos nuestra historia
ésta que nos tocó en suerte
apenas podemos cambiar instantes
que creemos permanentes
que pensamos inflexiones
(y tal vez lo son y no lo notamos,
o tal vez no y nos engañamos).
Y nos creemos
ingenuamente
corregidos
malogrados
iluminados.
No te juzgo.
No me juzgo por no juzgarte.
No es que sea complaciente,
es que no sé qué hacer con las palabras
con las emociones
con las verdades que otros dicen
con las condenas
y con las redenciones.
No sé qué se hace con todo eso.
No me juzgo por no juzgarme.
Tampoco eso.

Malva Gris

martes, 10 de julio de 2012

De los pagos del Maldonado.


Ay, Maldonado, mi sierpe degradada,
condenada al encierro, 
y a nuestra mugre,
cretinos superiores,
en ejercicio del pleno derecho
autoatribuido
de malograr todo lo que Natura hizo bien
y que Dios pensó que era bueno
y por eso, sólo por eso, 
por la vil competencia,
la regaló al Hombre,
su imperfecta y desolada creatura
hecha a su imagen y semejanza
para que la someta a su insensatez.
Ay, Maldonado, la verdad, no te siento latir.
Sé que las ratas huyen 
cuando tu vocación de arroyo
le gana a tus grilletes de concreto, 
y por eso sé que estás allí.
Y porque la imponente obra 
del Hombre Civilizado,
el Camino,
con su mesiánico destino de llevar a algún lado
a falta de una verdadera meta,
sierpe sobre tu cuerpo voluptuoso de olas prisioneras.
Ay, Maldonado.
Tenías un puente de madera, nomás,
y chicos jugando,
chicos humildes sin más juguetes que una gomera
y quizás una pelota
o una muñeca.
Supe también que tenías malevos, 
e historias vergonzosas y gloriosas también
de cuchilleros.
De audacia. De coraje.
Mirá que linaje de cobardes somos ahora.
Y con nuestra tilinga pretensión de cretinos superiores
te robamos toda belleza,
todo canto de agua y ranas.
Después, sí, después, se fueron las luciérnagas.
Y el barrio se pobló de trenes y bocinas.
Se fueron, sí, después se fueron las estrellas
en competencia con las luminarias
de nosotros, cretinos superiores.
Ay, Maldonado, no siento tu altivez...

¿Cómo?
¿Qué tu nombre tampoco es Maldonado?


Malva Gris
10-jul-12