jueves, 3 de marzo de 2016

No les importa.

No les importa.
Y posiblemente tendrán buena fortuna
y no conocerán el hambre,
la frustración, el atropello.
Y por eso no les importa.
Ven en los otros el dolor y no les importa.
O no lo ven o no intentan verlo.
Y no les importa.
Porque no es para todos la felicidad.
El bienestar no es para todos.
Hay que ganárselo.
¡Y quién lo dice!
Los hechos lo dicen.
Si no tiene es porque no merece.
Hay una magia en el mérito:
se le reconoce a quien lo tenía predestinado.
Ya lo merecía antes de pensar en desearlo.
Como la Fe,
que hay que pedirla con Fe
para obtenerla
y que para pedirla
había que tener Fe desde antes.
Paradojal la Fe y el mérito, pienso.
Hechos a medida, pienso.
Y no les pasa, tal vez, nunca
que no merezcan aquello a lo que aspiran.
Porque aspiran a aquello que creen merecer.
Y no hay forma de que no sea así.
Es natural, piensan.
Y cómo entenderán que a otro sí
les ocurre injustamente
que pierden la casa, el trabajo, la salud,
que no pueden levantar la cabeza
que les falta la suerte
la oportunidad
o que es el refinamiento lo que les falta
en el gusto
en los modales
y que no es para ellos
qué vas a hacer
no es para todos, todo.
No es justo para todos, todo.
Es justo para ellos más
porque más merecen.
Y no les importa
no hay forma de que lo vean injusto.
No saben lo que es el límite
el borde del precipicio
la encrucijada del no poder.
Y es verdad, lo concedo:
yo tampoco.
Pero tal vez me pasa que puedo leer el dolor
que me corta el pecho el dolor
me atraviesa como una daga de hielo el dolor
o tal vez porque aprendí a adivinarlo
y porque no entiendo por qué
hay quien sabe leer titulares
y no las miradas.
Y no les importa.


gadsy /malvagris.

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