martes, 20 de noviembre de 2012

Vanidad.

Otras veces pensé que eran tan importantes
los mínimos trazos
de mi paso circunstancial por alguna oficina.
Los pedidos, los números, las teclas,
las cuentas, los balances.
Los libros copiadores.
El apuro,
el temor a las sanciones.
El tiempo perdido.

La urgencia y la importancia
categorías de la vanidad.


Nuestras vidas resultan finalmente tan cortas,
indistinguibles en la historia del universo.
Y nuestro pensamiento,
un poco de fantasía y otro de subjetividad
una pizca apenas de lo real
(que siempre nos espía detrás de una cortina
que mantenemos prolijamente en su lugar).

Sin la menor permanencia.

Estas palabras que hoy escribo
son nada.
Y nada serán.
Morirán conmigo
o mucho antes.

Y aunque me sobrevivieran,
las personas apenas chispas son
consumiéndose en el aire.

Las civilizaciones,
llamas cansinas en medio de una tormenta.

Y nosotros con nuestras pretensiones
seres minúsculos
enojados con quienes nos despojan.
Tan diminutos
que vistos desde lejos nos vemos curiosos
con nuestras prepotencias cotidianas
irrelevantes.

Los años que nos parecen tan largos
pasan arrasados por los milenios.
Y medramos en palabras y en imperios
en ejércitos
en libros.

Anécdotas, eso somos.

Algunos nos recordarán tal vez mirando una foto
brevemente.
El olvido luego
se hará cargo de nuestros inmemorables días.

gadsy/Malva Gris

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