miércoles, 25 de septiembre de 2013

Nuestros niños.

Nuestros niños floreciendo,
sabremos cortarlos
unos así, otros más largos
y haremos un hermoso bouquet
que adorne estéticamente la mesa del festín del mundo.
No estamos invitados.
Nunca lo estamos.
Pero presurosos ofrendamos nuestras flores.
Como si eso fuera a redimirnos.
Los preparamos.
Les enseñamos torpemente a agradar
a ser aceptados
a que no desentonen
a que no irriten al mundo
tan dadivoso a veces
tan esquivo otras
tan caprichoso siempre
pensando que así será menos doloroso.
Y no lo es.
Nuestras tiernas flores.
Ni mejores ni peores.
Las que podemos ofrecer.
Sus días serán de trabajo y frustración
o de superficialidad y agasajos vacuos.
Haremos pagar a ellos el precio de vivir
que nosotros hemos aprendido a pagar puntualmente
hora a hora.
Y que no podremos evitarles.
No los dejaremos resistir
sólo diferenciarse como indiquen las modas.
Y tampoco los dejaremos morir.
Como corresponde.

gadsy / malva gris.

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