viernes, 10 de octubre de 2014

Un túnel cada vez más estrecho.

Un túnel cada vez más estrecho, el aislamiento.
En medio de la vida
un silencio hecho de ausencia de voces cotidianas
de palabras familiares
de saludos
de complicidades ignoradas.
Eso falta.
Y no importa que las otras palabras
sean iguales y estén ahí
que los pájaros sean los mismos
mensajeros del aire
el aislamiento se puebla de palabras ausentes
suspendidas en el aire quieto.
Son otras
empaladas en el recuerdo
junto con la luz y la caricia de las miradas
las circunstancias apenas recordadas
retocadas con la añoranza
más que con la fidelidad.
Los calabozos con paredes o sin ellas
con puertas de sólo entrada
o también de salida
(invisibles, ignoradas, rechazadas)
esas que te encierran en cajas
quitándote las horas llenas
y entregándotelas vacías
también las construiste.
Yo los construyo
para mí y para otros.
Nacen de nuestra mirada.
Cuando miro al otro y lo defino
cuando me miro y me comparo
cuando la ley me parece razonable
un molde adecuado de la vida buena
contruyo un calabozo.
Nos descubrimos (o no) en ellos
o somos empujados
como confinamiento voluntario
o a la fuerza.
En esos calabozos las horas se repiten
y te ahogan con sus mordazas.
Es imposible contar todo lo que te quitan
esos calabozos
a veces las ausencias no pueden enumerarse
rompen los hilos que te sostenían vertical en el mundo.
En equilibrio en un solo pie sobre una cuerda
en medio de la oscuridad.
En un túnel como un embudo
cayendo siempre cayendo.



gadsy/malvagris

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