miércoles, 24 de octubre de 2012

El grito.

Un grito me llega desde el pasado.

Desde la Plaza.
El grito de la madre al que le arrancan el hijo.
El grito del hijo arrancado a su madre.
El grito mudo del padre impotente.
Esclavos nuevamente.
El grito que se multiplica,
se prolonga,
se extiende y no perece con los años.
El grito del despojo más indigno.
Primero del suelo.
Después de la familia.
Finalmente de la dignidad.
Los días eran otros hasta que llegaron ellos,
a expropiarles los días.
Ya no la tierra,
la historia.
A destrozar sus familias
como quien desmenuza hojas secas en otoño.
Llegaron a apropiarse de los días futuros, 
de sus amaneceres 
con el recuerdo del amor arrancado
con sabor a clavos corroídos,
con la nostalgia del hijo robado
del dolor del puñal en el centro de la vida.
Me llega el grito,
el grito no callado,
el grito como tormenta de perversidades
a lacerar mis oídos y mi recuerdo, 
el grito prolongado de una madre tras otra,
de un hijo tras otro
en un melisma de espanto
de gargantas incendiadas
como ceibos.
Del grito que nace en la plaza
cuando fueron mercancía del abuso más despreciable e impune
de una tierra libre.
Me hierven las lágrimas en los ojos
vapor de sal
rechinar dientes de pesadilla
(de impensada pesadilla).
Una tierra libre,
soñada libre
concebida libre
regada con sangre para ser libre.
Nuevamente esclava.


Nota de gadsy / Malva Gris: dice Bayer acerca de los ranqueles luego de la Campaña del Desierto de Roca: "Si ven los diarios de enero de 1879, van a ver los avisos oficiales: “hoy entrega de indios. A toda familia de bien que lo requiera se entregará un indio varón como peón, una china como sirvienta y un chinito como mandadero”. Si ven las crónicas, “las mujeres indias lloran y pegan alaridos cuando les quitan al hijo y lo agarran en sus brazos y lo tienen contra su pecho. Hay que hacer esfuerzo para sacárselos”. Y así van restableciendo la esclavitud contra lo que establecía la Asamblea del Año XIII. "

gadsy / Malva Gris.

lunes, 22 de octubre de 2012

Trashumantes.

Payasos, troveros, bufones, payadores.
Llegan a decir sus verdades
sobre mí, sobre vos, sobre nosotros
los que nos quedamos.
Los que estamos atados
de por vida
a nuestros fútiles tesoros,
oropeles,
patrimonios del tiempo
(de los avatares de las fortunas de los otros).

Llegan y nos dicen
qué cortos son nuestros días
tan llenos de ocupaciones
preocupados como vamos
por cuidarnos de los ladrones.
Ignorantes acaso
de cómo roban quienes nos representan
y nos distraen con sus discusiones
y los beneficios que,
magnánimos,
hacen aún más pesados nuestros grilletes.

Llegan y nos muestran sus rostros pintados.
Y nos vemos ridículos en sus máscaras.
Espejos de la vergüenza
de las caras que ensayamos hora a hora
para representar nuestros personajes
esos que nos roban los instantes del placer,
esos roles
que nos hacen multifacéticos,
mentirosos, falsos, dobles,
hipócritas,
contemporizadores, negociadores,
políticamente correctos.
Esos roles que callan
en casa, en el club, en el trabajo,
en el templo, en el colegio,
en el banco, el almacén,
el vecindario,
nuestros deseos, miedos, enojos.
En la intimidad,
con los amigos, la familia, uno mismo.

Llegan y nos cantan filosofías,
nos enfrentan a Dios,
a nuestro vacío.
Desafían nuestro pensamiento único
chiquitito
que se siente seguro
con su recado, sus riendas, su bocado,
su montura y orejeras.

Llegan y le imprimen ritmo y rima
a esas preguntas que no nos hacemos.

Llegan y nos representan sus parodias
en donde estamos nosotros mismos
ridículamente atareados en nuestros trabajos.

Llegan y doblan el aire con sus gráciles figuras,
sortilegio de la gravedad,
domadores de pelotas, aros y llamas.
Señal de todo lo que no controlamos
cúmulo de nuestras renuncias.

Llegan y se llevan
nuestras monedas,
nuestros minutos
nuestra risa, nuestra admiración o nuestra vergüenza.

Y se van.

Y nos dejan.

 
gadsy / Malva Gris.

domingo, 7 de octubre de 2012

Lucio.

Yo setnía que habia en ese poema un llamado
más allá de las metáforas.
Equivocada o no, sentía su complicidad.
(No me importa saberlo)
Y el último guiño fueron Erdosain y Lucio.
Erdosain, que estaba en mi recuerdo
como el envés de Arlt,
su peor negación
la peor fingida.
No puedo evitar sentir entendimiento
hacia Erdosain, Verloc, Cal,
habitantes de las fantasías
como un grito inútil antes de morir
como un llamado a la existencia
de la llama
del último aire de un sueño asfixiado.
Malogradamente gritado.
Inútilmente vistiéndose de símbolo,
tardío,
infértil.
Esas conspiraciones contrahechas
de las novelas parlanchinas
esas que insisten en crear un sueño atropellado
cronometrado 
pero infestado de torpezas
(nuestras torpezas)
contaminado de flaquezas
(nuestras flaquezas)

con nuestros sueños mesiánicos quizá.
¡Ay Erdosain!, ¡ay, Verloc!, ¡ay, Cal!

Salvo en Lucio.
Como los bandidos de León,
esos que no reniegan de sus pequeñas maldades
arremetedoras de molinos de viento,
Lucio, insignificante,
como salido de una novela,
real, viviente,
fue bandera.
Esas nimias iniquidades
clandestinas
habilitadoras de causas nobles e innobles
desinteresadas
desestabilizadoras nomás,
confrontando las normas
sólo por incomodar
y hacer hablar a los gentiles.
Incomprendido.
Incomprensible.
Sólo por hacer y deshacer
y mostrar y demostrar
una y mil veces
cómo es, que es y será posible,
anónimamente
incomodar a los gigantes molinos de viento.
Qué Quijote este Lucio.
Con su sonrisa picara
que no sabe mentir
escudado en una causa dicha a medias
no sé si siempre verdadera
para habilitar sólo la brecha
la fisura
sólo por eso.
Y sentir el reducido, secreto y dulce sabor
de ser la astilla incrustada en la carne.
Yo sentí,
tal vez equivocada, que ese poema,
además de la melancolía y la molicie,
también me hablaba de esto.
(No me importa saberlo).

gadsy / Malva Grsi.



Tramas.

Aunque creamos estar solos
y explicar nuestro sueño o nuestra idea
a un espejo
a un papel
a una tela
a unas cuerdas,
no es así.
Somos parte de tantas tramas
en cada instante,
Tramas ondulantes como la marea
que lleva y trae a distintas orillas
ideas,
historias
perversidades y glorias.
Yo soy parte de una trama
de los que necesitan decir las mismas cosas.
Y de los que trabajan
con más o menos impulso y pasión
en su tarea.
También soy parte de la trama 
de los buscadores de utopías
que buscan indicios en las miradas
y las ideas dichas a medias por los otros.
Y de la trama de los que esperan.
También soy parte.
De la trama de los descubridores de mentiras
y sostenedores de fantasías
negadoras de la potencia humana.
De esa trama también soy parte
nudo
de una red
que se arma de nuevo
en donde se rompe
reemplazando a algún caído
o desertor de sueños
y huyendo también por momentos
replegándome
en la inacción pusilánime de los cobardes.
Y vos también sos parte de muchas tramas.
Tal vez estás buscando señales
para sentirte parte de esta trama
o de alguna otra que desarma a ésta
a lo largo de la Historia.
La misma que nos recluta anónimamente sin permiso.
Tal vez los mismos sueños nos convocan
pero a cada uno en distintas orillas.
La mía es la de la vida
la única vida
que nos obliga al goce y al encuentro
al armado de tramas plácidas
del camino compartido
hasta que la muerte nos desate.

gadsy / Malva Gris.
 

viernes, 5 de octubre de 2012

Maleable.

De qué materia tan maleable está hecho el hombre.
Abnegados maestros,
libertadores heroicos,
madres asombrosas de milagrosos días,
artistas buceadores del alma humana
científicos cirujanos de la realidad
mezclándose
apareciendo y ocultándose a la vista
de la noticia
de las epopeyas
anónimos o célebres.
Y también
mercenarios
explotadores de destinos
inescrupulosos buscadores de los límites del derecho
negadores del derecho natural
avasalladores de la dignidad
violentos de la más innombrable violencia.
Y en qué momento una persona cualquiera
da un paso para un destino u otro.
En qué momento se produce esa elección definitiva
que te deja de un lado o de otro.
No, es verdad, nada es permanente.
Ni los santos ni los demonios que nos habitan
nos inspiran cada hora de nuestra vida.
Pero sí, minuto a minuto
conspiran para que naturalicemos
la locura
la embestida
la anestesia
la complicidad.
Qué maleables somos
que no nos duelen estos pasos.
¿Acaso no caminamos sobre brasas
cada vez que elegimos ignorarnos?

gadsy / Malva Gris.

martes, 2 de octubre de 2012

Ritmos.

Nada escapa al ritmo.
El universo se dispersa o se contrae
como un latido
motor de la vida.
Así danza el universo
y nos envuelve en sus vaivenes.

Y el tiempo, 

ronda de las repeticiones
aún de aquellas
que no protagonizamos.

Los comienzos y los finales, 

engaños de la subjetividad.
Nada termina en realidad, nunca.
Todo se anuda 
con nudos fuertes o suaves
y arrastra tras de sí
las estelas
una marea
una ola.

La traza infinita 
de consecuencias
inimaginables
que un día con su presencia
importunan o redimen,
La traza desconocida
la cadena disimulada
por tantos entretenimientos
fútiles
intencionados
inocentes
perversos.

Ese ritmo de continuidades
disimuladas
que nos arrastra sin saberlo
detrás de ideas
de modas
de adhesiones y condenas.

Ese ritmo de rupturas
que nos seduce y nos brinda pausas
que justifica los virajes,
(supuestos virajes)
que nos pone de frente
a un mundo que no conocíamos.

Ese ritmo de causas

que nos dan sentido.
De palabras oídas o leídas
de teorías y escándalos
que nos sorprenden o nos anestesian.

Transidos como estamos 
de todos los ritmos,
de repeticiones, patrones, 
diálogos a lo largo de días,
meses, años, siglos, 
interlocutores que son generaciones incluso,
atravesados como estamos
de significados
así alimentamos los ritmos.

Inmersos en la danza como estamos
sin saberlo
bailamos.
Y enriquecemos la coreografía
y no somos protagonistas
jamás lo somos
lo son las generaciones, 
los siglos, 
las guerras,
las catástrofes, 
los imperios.

Ritmos ajenos
alimentados de ritmos propios, 
de nuestros latidos
respiraciones
pasos
palabras.

Nadie escapa al ritmo.

gadsy / Malva Gris.