miércoles, 17 de septiembre de 2014

Luz y oscuridad.

No hay forma de desconocer la luz
habiendo visto.
Aun cerrando los ojos,
aun arrancándome los ojos,
la luz me quema el recuerdo
en medio de la oscuridad
primigenia
elemental
de todo origen.

Yo he conocido alguna luz
no la luz de la verdad,
no la luz de la bienaventuranza,
sino alguna luz
que me mostró algún color
(no, tampoco todos los colores).

Sé de la oscuridad ahora de otra forma.

Antes de nacer era sólo oscuridad
(es cierto)
y será sólo oscuridad después de muerta.
Pero no la conocía entonces
y no la reconoceré después del último día.

Es la conciencia de la luz
la que me hace saber de la oscuridad.
Que también es bella.
Saber la oscuridad
por haber visto la luz
es otra cosa.

No hay forma de desconocerla
después de haber visto.

La diferencia entre ver la oscuridad
o saberla como el continente de las formas invisibles
es precisamente la luz.

Yo sé que ahora veo
y por más ciega que quede seguiré viendo.
Ver, me ha quemado la conciencia
y aún negándola
yo sé que ahora conozco también la oscuridad
por lo que es,
más que por lo que oculta.

Me enredo en las palabras,
me doy cuenta.

Y me repito.

Pero lo descubro letra a letra
una y otra vez.
Esta manía de ver
y de dejarme inundar de líneas y colores,
de siluetas de objetos,
de los perfiles de las ideas.
De ideas y realidades.
Violentada y seducida
gula de luz
no querer ya adivinar las formas.

Soy un hilo anudado en los hilos descartados
de un taller de costura,
irremediablemente enmarañada y perdida.
Eso soy.

Pero sé de la luz y de la oscuridad
y eso solo sobra.


gadsy / malva gris.

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