miércoles, 1 de abril de 2015

Subo.

Subo. De la mano del sol subo
me arremolino con las hojas secas
del rubio otoño, del pelirrojo otoño.
Bajo. Empujada por los rostros graves
de las hoscas multitudes encerradas
en el subte
en los colectivos
en sus metálicas corazas
rugientes
humeantes.
Subo. Montada en el canto de la calandria.
Me hago pájaro y subo.
Me hago zorzal y perfumo el aire de melodías.
Me hago hornero e improviso un dúo
en matemático contrapunto.
Bajo. Sumergida en letras
que configuran incendios y desatenciones
de algún bosque milenario
acuchillado por la espalda con una daga de dinero.
Edificios crecerán, pienso,
donde ramas esmeraldinas se sucedían para perforar las nubes,
y bajo.
Subo. Impulsada por las páginas de un libro
que al girar circundando el lomo
aletean como mariposas
y me prometen de esas utopías que me crecen en el alma.
Pero bajo. Rasguñada por las ásperas discusiones
de los argumentos prefabricados de políticos y periodistas.
Bajo por no haber entendido a tiempo
que entrampada también he jugado un papel.
Pero subo. De la mano del compañero caminando las calles
nocturnas de una Buenos Aires desapacible
poblada de plazas y de iglesias
hendida por calles, avenidas y apuñalada por semáforos.
Su mano me remonta por sobre la traza
de la geometría de los barrios
y sobrevuelo una de las tantas realidades superpuestas
por un instante
en un año cualquiera
en este reencontrado universo.

gadsy / malvagris.

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