jueves, 19 de diciembre de 2013

Fin de calendario.

Estos son los días de los buenos augurios.
Somos más buenos
nuestros corazones más solidarios
nos acordamos de aquellos que siempre olvidamos
nos vestimos de buenos deseos
y miramos con desaprobación
(como siempre
pero ahora más)
a los destemplados
los confrontadores
que con o sin motivo
no dan tregua a sus reclamos.

Tregua se impone.
Tregua para pedir
pues muchos otros damos.
Mansedumbre pedimos.
Mansedumbre para aceptar
lo que nuestra generosidad
(pequeña, mediana, grande)
ofrezca.

Pero nunca es desinteresado.

Por la paz social.
Por la reconciliación.
Por la seguridad de nuestros bienes
y nuestros hijos.
Por una pausa feliz
para coronar de año feliz
miles infelices.

No. Nunca es desinteresado.

Para terminar el calendario
lavando algún pecado.
Para pagar otra cuota adelantada al paraíso.
Para que todos vean qué buenos somos
aunque no siempre lo hemos sido.
Para que vean qué solidarios podemos ser
una vez al año
o dos
o tres.

Pero que se entienda que no todos somos iguales.
Nosotros no somos descerebrados,
Razonamos.
Somos juiciosos.
Mesurados.
Hablamos bien.
Tenemos buen gusto.
Y somos el último reducto de los valores perdidos.
(¿Apostados? ¿Mal vendidos?)
Aunque jamás hayan existido
o no hayan sido tan buenos.

Brindamos sí,
y expresamos nuestros buenos deseos.
Paz, prosperidad, felicidad.
Somos cálidos.
Y tan emotivos.
Algunas lágrimas ardientes de sal y tibieza
se escurren sin remedio
henchido el corazón de buenos deseos.

Aún más si nuestro regalo
merece el agradecimiento entusiasta
de algún desprotegido
manso
que mansamente acepta
la asimétrica realidad
que refuerza el dar a veces y el siempre recibir.
No. Rebeldes no.

La bendita mansedumbre.
La bendita humildad.

La bondadosa generosidad.
La siempre alegre caridad.

Total...
Pasa pronto.
Sólo hasta que termine el calendario.


gadsy/malva gris.

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