sábado, 7 de junio de 2014

Distraídos.

Estábamos distraídos.
Como tantas otras veces.
Sí, pensábamos en otras cosas.
En fiestas, en estrenos, en aniversarios.
En nacimientos y funerales.
Privados.
Públicos.
En ocasiones, también,
en los actos patrios,
los disfraces, los libretos.
En ceremonias y discursos.
En graduaciones y reconocimientos.
En asunciones y golpes de estado,
en elecciones
en campañas
en piquetes y en saqueos.
Otras veces en los campeonatos,
las ligas,
las copas mundiales,
los olimpiadas,
las carreras.
Y cómo podían faltar
las innúmeras loterías
y otros azares.
Alguna guerra tal vez,
algún escandalete
de una o más vedettes,
animadores,
actrices y actores,
deportistas.
Artistas.
Cada tanto un político o un juez
(que vendría a ser lo mismo)
que acusa,
que es amenazado,
que es descubierto,
que es cuestionado,
que es comprado
o vendido
que es ejemplo
o vergüenza.
Qué sé yo.
Distraídos.
Con algún premio Nobel
o algún Oscar
los Martín Fierros
los Globos de Oro
los Emy
los Grammy
vaya a saber cuántos otros festivales.
Y los tres tenores
Y las bandas que se separan y se juntan.
Y los directores de orquesta
o los prodigios de todo tipo.
Y los accidentes y los atentados
incendios, choques, caídas, explosiones,
derrumbes, terremotos,
aludes, tempestades, maremotos.
Siempre tristes
siempre dolorosos
desgarradores.
Ver los ojos incrédulos,
los gritos
la bronca
y todas las otras emociones que arrancan
a tajadas los recuerdos
de los que quedan.
Pero distraídos igualmente.
Estábamos distraídos.
Como tantas otras veces.
Porque las muertes silenciosas
no ocurrirían si no estuviéramos tan distraídos.
Yo misma ahora,
enumerando inumerables distracciones
nos distraigo
sin escuchar sus voces.

gadsy/malva gris

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