Agitada como ayer la sangre
espumea también hoy
como un mar rompiendo en un acantilado.
Sumergida estoy en un vaivén carmesí
enloquecida en llamas de fulgores bermellones,
a veces violáceos.
Yo me doy cuenta de que no es sangre sino lava
la que me corroe y me desgaja en felicidades,
incontinente,
irredenta
(sé que me repito
pero es mi naturaleza de volcán que se impone
y habla por mí a través de mis venas).
Una mariposa bordada hoy
en la penumbra de mi barrio
me mostró sus alas.
Cuando mueren las mariposas se ponen generosas
y posan gentiles mientras admiro su orfebrería.
No es la primera vez.
Tengo algo del aleteo de las mariposas
en mis días vibrantes
cuando mis venas se hacen látigos
anguilas vertiginosas
o serpientes a la hora del descanso.
Yo leo las palabras
de hombres y mujeres de espíritus impetuosos
que me infectan de sus pensamientos vivos
como una fiebre
que el papel contagia
a través de los años.
Y esas palabras también
(mariposas
dagas
serpientes)
corren por las acequias de mis venas encendidas,
y son granadas
que estallan y me renuevan.
Sobre todo cuando los días traen sus tareas
sus exigencias pesadas como mundos
me crecen abstinencias
y obstinadas no ceden
hasta que me fragmentan en esquirlas.
Condenada estoy
a este movimiento continuo
a este latido de galaxia
a este repliegue y a esta expansión
rítmicos
urgentes.
Y agitada como ayer la sangre
hoy me limpia, me sacude y me renueva.
gadsy / malvagris.
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