viernes, 18 de enero de 2013

El paso.

Igual que el vértigo ante el abismo
cuando te invita a saltar.
Cosquilleo traidor en las rodillas
hormigueo en las pantorrillas
excitadas ante la perspectiva de la caída
ese terror a abandonarse
ignorar el destino, el final.
La caída.
El vértigo y su hipnótica invitación a la caída.


Cómo evitarlo.

Mis piernas caminan tentándome
hacia ciertos paisajes
los barrios dudosos
que ebullen en ladronzuelos, mafias,
conspiradores de suerte dispar,
desdichados, atrapados,
huéspedes sin invitación, caminantes de paso,
y vecinos que aconsejan no alardear.
Noto mi intrusión en los rostros
que me reconocen no invitada,
estudian mis pasos,
indagan en mi mirada que se sumerge
en los detalles
de la arquitectura
de los rostros
las costumbres.
Las pintadas.
Y el vértigo de la caída.
  Bastaría una palabra
para que mi alma se sumergiera
en ese pozo de confusiones.
Apenas dar un paso
y entrar a otra ciudad.
Yo sé que es un hechizo
el que me empuja sutilmente a ese abismo
como un balcón con una calle debajo
hervidero de autos y personas
larvas de una podredumbre civilizadora.


Hay pasos que no deben darse.
Hay caminos que no deben transitarse.
A veces siento que es natural
dejar atrás el rumbo que me legaron
los sacrificios acumulados
de padres y abuelos.
Natural como una crisálida que gesta la mariposa.
Sé que no debería renunciar
a esa herencia de placeres y comodidades
compradas con siglos de trabajo abusivo
a  precio soez
sin plazo de cancelación de deuda
más que la muerte.


Pero algo me invita como un sortilegio
y no son esos rostros.
Esas miradas no son cordiales.
Noto la hostilidad
en la vigilancia a mis pasos.
Hay un desprecio
hay un resentimiento
un denunciar mi impertinencia
un responder a la afrenta de mi paso.


Pero qué puedo hacer
si igual que el vértigo ante el abismo
cuando te invita a saltar,
una curiosidad sempiterna guía mi errar.


Tengo que comprobar por mí misma
cuántas otras ciudades habitan mi ciudad.
Tengo que ver el envés oscuro de la vida
para poder definir esta luz que llevo.
Quiero verla la realidad como muta
con sus luces y sus sombras
en otra dimensión
ajena a la moral.
Esa realidad que no tiene moralejas
llena de acasos
de circunstancias
de ocasiones fugaces
de abismos.


Yo sé que hay otras ciudades
en estas mismas calles
que hay otros vecinos
en estos mismos rostros.
Que hay otras verdades
en estas mismas mentiras.


De los muchos ojos que he tenido
estos son los que más temo.
Como rodillas enamorándose de los abismos.


gadsy / malva gris.

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