lunes, 13 de mayo de 2013

Confieso que siento que mis brazos caen

Confieso que siento que mis brazos caen
inertes
a los lados,
la cabeza
vencida
rendida
hacia adelante,
el corazón comprimido
en la carcasa de costillas como dagas
como garras,
el aire ácido
corroyendo mis pulmones,
sí,
eso,
cuando noto la sucesión de abismos
entre los lugares comunes
del cinismo pretendidamente involuntario
(que late en los argumentos
de los ilustrados,
del buen pensar,
de los civilizados)
y el fundamento radical
que al final de la cadena diverge
sin remedio.

Y me rindo.

Porque no tengo la inspiración
de decir en pocas palabras
lo que esos abismos disfrazan tramposos.
Y no sé crear los artificios
que inspiren las imágenes
que muestren de soslayo
como un fugaz reflejo
como una señal cómplice
el motivo
la explicación
la causa
que invite a sumergirse en esos abismos.

Me retiro.
Como un perro apaleado
bajo la tormenta
me retiro.

Para qué tantas palabras
si no sé cómo desbrozar
el absurdo
la falacia.

En un mundo de lemas impactantes
de juegos de palabras admirables
de efectos especiales
nadie escucha los prolongados argumentos
que sepultó la historia.

Nadie quiere saber
de aquello que diligentemente ha negado.
Nadie quiere enterarse
de la complicidad de su inacción.
Nadie quiere reconocer
la responsabilidad de no haber evitado antes
los avances del abuso.

En una era en donde queda bien decir
bonitos dichos
o engaños ingeniosos
ironías mal construidas pero certeras
al apuntar al centro de la indignación inducida,
¿quién va a atender a explicaciones prolongadas?
Ningún argumento será escuchado.

Y eso solo alcanzará para ignorarlo con la anuencia del buen pensar
de los ilustrados
de los civilizados.
Mejor no enterarse.
Mejor confiar en la Justicia,
mejor confiar en los guardianes
que premiarán a los corderos
y castigarán a los lobos
en la Verdad que siempre se impone
en las urnas
en los discursos tranquilizadores
en la moralina cuidadosamente redactada.
Mejor enojarse cuando alguien cada tanto dé permiso,
cuando alguien gire la llave
y abra la válvula mal escondida
de los vapores comprimidos de algunos privilegios.
Ahí integraremos el coro de indignados
entonando las iras diseñadas por otros
para que las hagamos propias
y luego
ir callando de a poco
y avanzar los próximos días
pretendiéndonos ignorantes
hasta el próximo permiso.


gadsy / malva gris

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