miércoles, 15 de mayo de 2013

Un paso.


Un paso,
detrás el otro cortando el aire.
Pertinaz avanza
quebrando el tiempo a lo largo.
Sibilante navaja,
tajada de viento.
Se apoya el pie
pesadamente cruje
la suela sobre la tierra
la tierra sobre su centro.
La vibración se pierde
insonora ya entre tanto ruido.
Alrededor los autos
en sus fundas metálicas
bestias mecánicas
rugen devorando
metros y segundos.
Alrededor las multitudes
con su rumor de mar y trueno.
Alrededor las aves y los perros
lanzando al aire sus sonetos
pródigos e incomprensibles.
Y el paso perdido
como tantos otros
sin conciencia del camino.
Yo llevo mis pies acompasadamente:
uno a la vez,
transitando una línea
que une este momento a algún destino.
Yo a sabiendas los conduzco
y tampoco soy conciente del camino. 
Y el camino es testigo
pero no sabe de mis pasos
ni de los otros pasos, 
de otros,
de perros, gatos o pájaros.
No sabe de ruedas ni de guijarros.
Sólo recibe las voces
aisladas de cada paso
un contrapunto vago
difuso
trivial.
Tampoco sabe si es camino
o una ocasional trilla solitaria.
Nimia conciencia
escasa en los avatares de las personas, 
los animales y las cosas.
Hasta nuestras más meditadas intenciones
ocurren porque sí
tan poco hilvanadas están
al transcurso del concierto de los hechos.
Tan ajenos somos a su estrategia
apenas ingrediente circunstancial, 
no artífice.
Algo arrogantes y bastante necios.
Ni aún nuestros planes más ambiciosos
contemplan la multitud
divergente de las invisibles ocurrencias.
Apenas un paso, 
y otro 
y otro más detrás de aquel.
Y un día detenerse
y no más que la memoria de unos pocos
en la historia fugaz de una roca en el espacio.

gadsy / malva gris.

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