lunes, 13 de mayo de 2013

Yo, maldita.

Invitados alquien dijo.
Pero las invitaciones pueden no aceptarse.
Y yo no puedo.
Yo no hubiera elegido,
cobarde como soy,
la obsesión de una llama
en medio de la asfixia.
No he podido evitarla.
No he sabido evitarla.
Como la maldición de ciertas lunas,
que me arrastran
al veneno lujurioso de su sudor de nácar,
que no puedo ni quiero resistir,
igual, del mismo modo,
me contamina
me inventa utópica
me desgarra pensarla en un futuro inaccesible
la llave fuera de mi alcance
sin remedio.
Mi sangre infecta
no quiere evitarla
y mi voluntad reniega de los abismos
que me alejan de mi prolijo mundo
vertiginosamente.

Invitados alguien dijo.
Pero yo siento la cabeza revuelta de tormentas
cuando veo
cuando escucho
cuando tropiezo
con las mentiras de una Historia cómplice de la infamia.
No hay paz en mi pensamiento.
No tengo respuestas.
No sé el camino ni la meta.

¿Invitada yo?
¿Con mi lastre de cobardías y renuncias?

Contaminada.
Enferma de atropellos
que se acumulan por generaciones de todos los siglos
prospero.

Consiento en que te he buscado.
Reconozco que podría haberme distraído
y he querido (aun así) sumergirme en tus caminos.
Sin remedio.
Perdida en los suburbios negados
de la razón.

Consiento en que te he perseguido.
Sé que podría ignorar mi vocación de abismo.
Pero no puedo dejar de ver
fuera de mí la realidad
y dentro de mí un ideal fortuito.

Estoy enferma,
la sangre perturbada
la cabeza tempestuosa
el espíritu contenido.

Consiento en que te he negado tantos años
y te busco
esperando que traigas la calma
a mi espíritu afiebrado.
Pero yo sé que no habrá calma.

Consiento en que me desespera esperarte
que busco cómplice
quien te haga realidad
por mí
mientras me refugio en mis temores
a salvo de las miradas condenatorias.

Consiento en que te niego a medias.
Consiento en que te afirmo a medias.

Invitados otros tal vez.
Yo, maldita.

gadsy / malva gris.

2 comentarios:

  1. A veces la lucha no es útil ni fecunda.
    A veces, luchar sólo sirve para no hacerse cómplice y cautiva de la de la derrota. Nada más.

    Importa la elección de la palabra que pretendemos nos refleje. Esa palabra ha de ser cuidadosamente elegida porque en ella vamos a mirarnos y a reconocernos. Si el espejo está deformado, también lo estará la imagen que percibamos. ¿"Male dícere", "Male dicta"?...
    No, maldita no es la más apropiada para definirte. Mírate en ella... Esa palabra deforma tu imagen, la imagen que tienes de ti misma.
    Temor, temperamento, tempestad... Sí, tal vez tempestad sea la palabra en la que mirarte, tal vez ya lo haces sin saberlo, lanzando arboladas mares, impetuosas olas y heridas espumas al poema que brota de la dolorosa oscuridad.

    Aquí está, tan cercana y cómplice como es posible,
    mi mano tendida.

    Cuídate.

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