jueves, 26 de julio de 2012

Algo habrán hecho.

Algo habrán hecho, sí,
las ingentes generaciones.
Alguna ablación en la mente,
en la moral,
en la memoria del mundo.

Algo habrán perpetrado,
sí, las multitudinarias sociedades.
Alguna amputación
en el sentido común,
en el propio sentido
en la dignidad menoscabada
reflejo del otro
de sí mismo
de la nada.
Perdida, diluida
aplastada.

Algo habrán corrompido,
las versiones sobrevivientes de la Historia,
con su magnánimo estatuto de héroes y de mártires,
inútil cosa,
cómplice conspiración
de abandonarse cómodamente
y naturalizar
y consentir
con el silencio
los horrorosos abusos de unos contra otros.

Vale más una cosa que un hombre.
Desde luego.
Una vida,
sus sentimientos,
todo lo que ha visto y ha gozado.
La libertad de elegir su próxima hora.
Todo eso vale menos que una fruta.

Y todo lo que ha sufrido.
Todo aquello bueno o malo
de lo que ha sido testigo.
Todo eso vale menos que un ladrillo.

Todo eso y aún más
todo los sueños
los más intrépidos,
los más sencillos.
Las risas, las mañanas, los saludos.
Su dignidad.
Todo eso vale menos que el oro.
Y aún cuando miles como ese
o como otros,
han pasado sus mejores horas en una mina,
prisionero de un reloj
y tal vez también de un látigo.

Ni los hijos que ofrendará al trabajo
a los impuestos
a las normas
como víctimas propiciatorias,
alcanzarán para pagar
el derecho a vivir y ser respetado.

Esclavos de todas las arbitrariedades posibles.
Eso somos.

Y está claro que algo habrán hecho.
Todos los hombres y mujeres de este mundo
algo habrán hecho
durante milenios.
Las mismas cosas, siempre,
habrán hecho,
para tener lo que tenemos.

Malva Gris / gadsy

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