martes, 10 de julio de 2012

De los pagos del Maldonado.


Ay, Maldonado, mi sierpe degradada,
condenada al encierro, 
y a nuestra mugre,
cretinos superiores,
en ejercicio del pleno derecho
autoatribuido
de malograr todo lo que Natura hizo bien
y que Dios pensó que era bueno
y por eso, sólo por eso, 
por la vil competencia,
la regaló al Hombre,
su imperfecta y desolada creatura
hecha a su imagen y semejanza
para que la someta a su insensatez.
Ay, Maldonado, la verdad, no te siento latir.
Sé que las ratas huyen 
cuando tu vocación de arroyo
le gana a tus grilletes de concreto, 
y por eso sé que estás allí.
Y porque la imponente obra 
del Hombre Civilizado,
el Camino,
con su mesiánico destino de llevar a algún lado
a falta de una verdadera meta,
sierpe sobre tu cuerpo voluptuoso de olas prisioneras.
Ay, Maldonado.
Tenías un puente de madera, nomás,
y chicos jugando,
chicos humildes sin más juguetes que una gomera
y quizás una pelota
o una muñeca.
Supe también que tenías malevos, 
e historias vergonzosas y gloriosas también
de cuchilleros.
De audacia. De coraje.
Mirá que linaje de cobardes somos ahora.
Y con nuestra tilinga pretensión de cretinos superiores
te robamos toda belleza,
todo canto de agua y ranas.
Después, sí, después, se fueron las luciérnagas.
Y el barrio se pobló de trenes y bocinas.
Se fueron, sí, después se fueron las estrellas
en competencia con las luminarias
de nosotros, cretinos superiores.
Ay, Maldonado, no siento tu altivez...

¿Cómo?
¿Qué tu nombre tampoco es Maldonado?


Malva Gris
10-jul-12

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