jueves, 20 de septiembre de 2012

Aquello que traigo.

Salí de casa con lo justo.
De camino,
el aire, el cielo, los pasos.
El canto de los pies sobre el camino
y el camino con sus mil voces:
de greda, de pasto, 
de puente de metal, de puente de madera,
de hormigón, de asfalto.
Marcando siempre el ritmo del viaje.

(Todo eso me fui trayendo.)

La mirada miope del sol
que tan lejos está y tan presente.
Los cuchicheos de las ramas y sus hojas.
Bocinas destempladas
improperios de la mecánica 
al servicio de la neurastenia humana.

(Todo eso me fui trayendo.)

Los roces con los brazos de los otros
al pasar.
Los colores.
Los olores.
De los escapes
de la tierra húmeda
de los azahares.

(Todo eso me fui trayendo.)

Cuando llegué a casa
no pude quitarme ese cargamento.
No quise tampoco:
había traspasado la piel, la carne, el hueso
y me alcanzaba ya a mi misma
en el revés del universo.
¿Cómo negar que ahora también soy eso?
Traspasada de lado a lado
infinitamente contaminada de la vida y el movimiento.
Del tiempo.
De esa minúscula traza de la historia anónima del mundo.
Y de todas las anteriores.

De todo eso me fui haciendo.

gadsy / Malva Gris

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