martes, 25 de septiembre de 2012

Nosotros.

Nosotros
que renegábamos de la falta de ideales
de los adultos,
los que prometíamos jamás ceder,
defender nuestros principios
refundar valores
rejuvenecidos
con más humanidad.
Nosotros
que éramos hermanos
de todos los hombres y mujeres
del Sol, de la Luna
de los árboles
los que antes eran prójimos
y sufrían
y habían luchado en los comedores
y en las misiones.
Nosotros éramos esos.
Y prometimos cambiar al mundo.
Juramos que era posible.
Y aquí estamos, patéticos,
tratando de no perder el cabello
escondiendo nuestras arrugas,
malpintando nuestras canas.
Como si allí pudiéramos esconder aquellos ideales
que nos avergüenzan
por incumplidos,
los que juramos jamás perder
los mismos que los jóvenes hoy defienden
y nos reclaman
los mismos que nos hacen culpables
de traición.
¿Por eso tal vez tememos a los jóvenes?
¿Porque nos recuerdan
que cometimos la peor traición
aquella que nos entregó a nosotros mismos
a ese mundo que renegábamos
solícitos
presurosos por darlo vuelta todo
con nuestras vitalidad
o nuestra fe?
Nosotros.
Los que nos creíamos suficientes
y fatigamos hoy nuestros días
pagando puntuales
el alquiler de nuestra posición.
Esa mascarada que nos tiene comprados
y malvendidos.
Nosotros los supersticiosos.
Que elegimos creer en vírgenes virtuales
rondando en cadenas sin esfuerzos
ni compromisos.
Nosotros.
Aquellos que fuimos
y que renunciamos a ser.
En beneficio nuestro.
¡Salud!

gadsy / Malva Gris

No hay comentarios:

Publicar un comentario