lunes, 4 de marzo de 2013

A veces pienso tus palabras.

(Dedicado a alguien que no conozco pero con quien discuto -en grupo- de vez en cuando)
 
A veces pienso tus palabras
un laberinto inocente
un fatigoso intento de imponer tu argumento
aun renunciado,
aun a todas luces descubierto falaz,
torpe,
infecundo,
pese a saberlo errado,
intentando el descrédito
bordado de filosofía
de una seguidilla armoniosa de palabras indiscutibles.
Pero es entonces que las escucho huecas
vacías como un eco de ideas viejas.

Otras, creo notar que traen tempestades,
no las mías,
no mis naufragios
y un resentimiento que se te adivina
ante la posibilidad,
imaginaria,
de no tener razón,
de haber revelado alguna especulación
puramente intelectual y sin fundamento
o descubrir tu ingenuidad negada.

Yo no sé si tengo razón.
No me importa.
Yo tengo creencias.

Qué importancia podrían tener las razones
si las abandono sin malicia y sin constancia
lábil
fértil
con dolor a veces
sin pena otras.

Por eso no te respondo.
Por eso renuncio.
Por eso a veces desando mis argumentos.
¿Para qué importunarnos?

En cambio las creencias
(debo confesar)
se han fortalecido
y a veces las razones
no saben explicarlas.
Son incompletas,
carecen de conocimientos y causas
que tal vez habitan, sí, en otros.
No en mí.
No me preocupa esperarlas.

No intentaré responderte entonces.
Cuando el hilo de oro vibra hasta romperse
no importa qué palabras arrojemos al abismo:
ninguna podrá alcanzarnos.

gadsy / malva gris.

No hay comentarios:

Publicar un comentario