miércoles, 6 de marzo de 2013

No entiendo de altares.

No entiendo de altares, es cierto.
No entiendo que alguien crea
(siente,
acepte)
a otro por encima o por debajo.
¿No hablamos acaso de huesos?
¿Músculos, tendones?
¿Sonrisas, lágrimas,
tal vez ideas?
Yo no entiendo que aún se levanten altares.
Sí la admiración
(nunca incondicional)
inspirada por alguna sorpresiva maravilla
la complicidad de las ideas
o la simpatía.
Sí la tristeza
el lamento tal vez,
con mesura.

(La muerte también merece su respeto
más allá del muerto.
La muerte que puso plazo a los días
de acción o dejadez,
también merece la discreción y el silencio.
Su trabajo de renovación fecunda
de siega pertinaz
humilde balanza,
aunque nos deje la ausencia y la abstinencia
es igual de respetable.
A veces cruel, otras bendita.)

Pero no me hablen de altares.
Ni a dioses ni a personas.
Sí el homenaje íntimo,
(una canción,
un poema)
pero jamás entronizando a través de las mentiras,
un ser áureo
pura fantasía
confeccionado a medida
para hacernos títeres
de alguna mascarada
que oculta realidades innombrables.

Nunca un ídolo.
Un hombre, cualquier hombre,
cuyo nombre evoque
la vibración con que me atravesó tal vez
su idea.
Sólo eso.
Hombres y mujeres nomás,
más como ellos,
sin caballos ni bronces.
Con aristas simples
y algún filo luminoso
con el cual cortar el alma
y dejar la hendija
por donde su porción de luz
deje expuesta la carne.
Profunda.

(Lamento que mi ignorancia impida
que admire a los grandes próceres de la Historia,
acreedores de miles o millones de vidas,
y tal vez sí,
a un escritor,
una actriz
o un cantante.
Tal vez mi espíritu sea demasiado pequeño
para concebir tamañas grandezas).

Tal vez me falta inteligencia
para entender en qué unos puedan superar a otros,
o qué beneficio pueda hacer la diferencia.
Tal vez me falla la ambición de trascendencia
y no veo un hombre cuando veo un busto
veo sólo un trozo de roca o metal
con bellas formas.
Tal vez veo más las manos constructoras
que el nombre en el frontispicio de un mausoleo.
Tal vez me falta agudeza para entender de símbolos
que justifiquen un mito
y toda la miseria que he sabido que acarrea.
Tal vez me duele demasiado el dolor
y la dicha en cambio se me hace volcán
rayo
flecha.
Y no entiendo qué altar podría sostener una llama
de tan fugaz y fulminante.

No entiendo de altares, es cierto.
No entiendo de líderes,
de héroes
de próceres.
Y no quiero empezar a entender tampoco.

gadsy / malva gris.

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