miércoles, 1 de agosto de 2012

En estos días.

En estos días
en que la muerte me rodea desafiante
siento que no es temor
sino enojo:
su provocación me importuna.
Pero no me asusta.
Sé que no puedo ganarle a la muerte
y si llegara el caso
y hubieran partido antes quienes amo
sólo puedo imaginar la tristeza
de perder el sol
la luna
los árboles
las risas de los niños jugando
la música
el viento arremolinando las hojas crujientes del otoño
las tormentas justicieras del verano.
Imaginar ese instante
y rememorar esas últimas veces,
esforzar el recuerdo
del aroma, de la luz, de la piel, del oído
para agotar el éxtasis de la memoria
embellecida,
eso,
sólo eso viene a mi mente.
Que todo se apague
que termine la función del mundo
para mí
que siga para otros
y no ser yo siquiera testigo
es el dolor que más me perturba.
La sospecho alrededor
y la vigilo desconfiada
no quiero perder hoy este despliegue milagroso
de fortuitos avatares
inabarcables.
No quiero que me los arrebate.
No podría perdonarle el atropello
la imposición
el arrancarme con mayor o menor esfuerzo
este minúsculo instante
del prolongado aliento del mundo.

Y si me fuera yo antes de quienes tanto amo
mi tristeza sería otra.
No querría sospechar la lágrima ácida,
corrosiva,
lacerante
del despecho,
de sentir injusta la partida,
inentendible.
Esa pregunta que se repite sin respuesta
y que sólo, por un rato,
la resignación acalla.
No quiero que me arrebate de ellos.
No quiero que me aparte de sus sueños,
de su medrar inmenso para tan pequeños pasos,
acompañados
del esfuerzo compartido,
del amor hecho gesto, detalle, siembra.
Soles y lunes para contar el tiempo de la compañía.


En estos días
en que la muerte me rodea desafiante
estas previsiones me ocupan
esta desconfianza,
este resentimiento anticipado me perturba.

Vigilo la muerte.

Malva Gris / gadsy

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