martes, 7 de agosto de 2012

Maldita sea.

Maldita sea.
Que me extirpen la voz.
Nada tengo para decir
que no se haya dicho.
Bien o torpemente pero antes.
Pero no puedo evitar el canto.
Soy un mal ave.
Las palabras se me salen,
se me esconden
se me escapan
en en descuido.

Maldita sea.
Yo sé que me equivoco.
Ebria de voces ajenas
recito poemas ya pensados tal vez.
O no.
Pero qué importa.
Mi voz
cristaliza el aliento retenido.
Y son guijarros
que ruedan apenas
uno o dos pasos.
Nunca llegan lejos.

Quién va a oirte pienso,
quién va a escucharte.
Para qué harían eso
luego de una pausa vacía
me consuelo.
Qué noticia sería para el mundo.
Ninguna.
No soy un ruiseñor,
calandria ni zorzal.
Torpe voz la mía
que apenas dice unas palabras
desafina los conceptos
yerra el fiato
y queda malograda.
No es certera.

Ojalá tuviera algo para decir,
algo no dicho
algo pensado pero servido en copa nueva,
o una idea luminosa.
Pero no tengo.
Vacía mi garganta
no tiene más que graznidos ensayados.

Maldita sea.
Tengo una voz que inquieta salta el cerco
una y otra vez
alocada
y pare palabras sin sentido.
Ninguna oda las alcanza
ninguna idea le da su savia.

Maldita.

No.

Maldita no.
Mejor compadecerse de ella.
Con esa vocación de decir el mundo
para finalmente morir sin decir nada.

Malva Gris / gadsy

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