martes, 7 de agosto de 2012

Y después la tormenta.

Comenzó con la luna.
Cuando la vi supe que vendrían días peores.
Detrás llegó la tormenta.
Yo no puedo explicarte la embriaguez
dulce
resistida
de las voces del agua
cuando canta en mis oídos.
Y el trueno
aria,
barítono perfecto.
Las gotas se agolpan y son látigo ya
sobre las ventanas y los techos.
Yo escucho y muero.
Huelo el agua
la tierra
los pastos.
Todo me arde.
Oigo las ramas quejumbrosas,
el viento prepoteando
a las cuerdas de la lluvia
arrastrándolas
enredándolas.
Gotas sutiles
gotas pesadas
diamantes violentos.
No he resucitado para morir de nuevo.
Pero que me mate la mirada
luz de galaxias
del relámpago mudo.
Siento un ímpetu de correr
pero petrificada.
Un salir corriendo interno
y buscar el rayo.
Emboscarlo.
Yo sabía,
cuando la luna se me metió en la piel
que esto ocurriría.
Esclava, no puedo pensar en otra cosa.
En secuestrarme
con el agua, la luz, el trueno.
Latigarme con ese canto dulzón
en los oídos expectantes.
Una convulsión me abre el pecho
y vuelca mi alma
torpemente,
la desgrana
la bebe.
Otra vez quedo desposeída.
Qué será de mi sueño
sin mi alma.

Malva Gris / gadsy

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